sábado, 7 de marzo de 2009

GRAN TORINO

(Puntaje: 7)


Clint Eastwood tiene, como director, un poco de ese viejecillo que es Walt Kowalski. Muchas veces, durante la proyección, se me cruzó por la cabeza que Gran Torino era una posible autobiografía. Como protagonista, Führer de la obra, el resto de los personajes se mueven en torno a Eastwood/Kowalski: delante y detrás de cámara, muestra autoridad.

La historia transcurre en un barrio de inmigrantes, mayormente chinos, que antaño había sido un vecindario de gente como Kowalski, ex combatiente de Corea, flameante bandera norteamericana que parece decir "conmigo no te metas". Sin embargo, la muerte de su esposa y la comprobación de la nula relación con su hijo mayor parece haber ablandado un poco la armadura de este patriota, y sucesivos enfrentamientos con sus vecinos de la etnia hmong, en defensa más de sí mismo que de los discriminatorios valores que a viva voz profesa, terminarán mostrándonos su lado apacible. En efecto, la película es en gran parte la historia de un viejito (¡pero qué viejito!).

Gran Torino es un filme de múltiples pero abruptos relieves. Eastwood quiere que sus acciones cinematográficas nos queden claras y peca de pocas sutilezas a la hora de exponer la doctrina de los personajes. Quizá esto haga que la película gane en simplicidad, pero pierda en la profundidad "social" que Clint quiere darle a sus escenas. Empero, Eastwood logra que su protagonista encarne el fondo espiritual del filme: su pensamiento es la direccionalidad de la película. Me temo que esto no podría haberse logrado de no ser porque Eastwood toma "el toro por las astas". Que otro actor hubiera interpretado a Walt Kowalski no hubiera dado los mismos resultados -por el hecho de que director y protagonista no hubieran coincidido. Con este laissez faire Eastwood admite que hay chinos buenos y chinos malos, y su reflexión al respecto, al menos en cómo la muestra, no va mucho más allá. Incluso hay cierto legalismo en la película que no resulta del todo placentero.

A pesar de todo lo que pueda criticársele, nos encontramos frente a un gran ejemplo de destreza cinematográfica, con escenas cuyo montaje realmente "hace la diferencia" en relación a otras obras del mismo tópico. Y no sólo es técnico el mérito, sino del guión -que no es del propio Eastwood-, quien prefirió tomar cierta temática trillada sobre el patrioterismo xenófobo y convertir a Gran Torino, casi por absurdo, en un filme que veda futuros intentos de crítica nacionalista light violenta (la película, violenta, la crítica, light). Eso es lo que ocurre cuando buenos directores hacen buenas películas, es difícil retomar su camino.
Me gustaría, sin embargo, que Clint Eastwood dejara su "políticamente correcto" de lado. Quizá eso le ayude a limar ciertas asperezas que evitan que esta obra levante vuelo. Norteamericanos y la Warner Bros., qué se le va a hacer.

Hernán A. Manzi Leites

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