lunes, 29 de marzo de 2010

HERMANOS

(Puntaje: 5)



Historia sin muchos ribetes y profundidad sobre un triángulo amoroso que involucra a dos hermanos y la mujer de uno de ellos. Sam Cahill (Tobey Maguire, Spiderman) es un fiel marine que pelea en Afganistán -¿se sabe que Obama reforzó en miles los soldados en este país?- y, cuando puede visita a su esposa en EEUU. En uno de sus viajes, recoge a su hermano Tommy (Jake Gyllenhaal, el morocho de Secreto en la montaña y el de El día después de mañana), que acaba de salir de la cárcel, tras ser condenado por un asalto. En uno de sus viajes al país asiático, Sam es secuestrado por talibanes, pero en EEUU lo dan por muerto, lo cual provoca que Tommy comience a acercarse a la bella esposa de Sam, Grace (Natalie Portman), y a sus hijas, quienes terminan prefiriendo a su carismático tío por sobre su pétreo padre. Si surge el amor, eso lo tendrá que decir el espectador, pero fuere lo que fuere lo que haya ocurrido, es suficiente como para despertar la suspicacia de Sam, quien retorna inesperadamente con trastornos asociales de un sádico cautiverio.

El film, dirigido por Jim Sheridan (En el nombre del padre, Mi pie izquierdo), es una remake de una película holandesa (que confieso no haber visto), de Susan Bier. De todos modos, con o sin originalidad, la película carece de las sutilezas que una historia tan sencilla requeriría. Las escenas en Afganistán no aportan, tampoco, reflexión alguna sobre la situación de los EEUU en la zona, y dudo que triángulos cuasi incestuosos y locuras post-guerra puedan sorprender demasiado. Una obra con actores bonitos (excepto por vos, Tobey), sin muchas destrezas en ningún aspecto y con los mismos mecanismos dramáticos de siempre.



Hernán A. Manzi Leites










sábado, 27 de marzo de 2010

ERNESTO SÁBATO, MI PADRE

(Puntaje: 8)
Ernesto Sábato es uno de los intelectuales más reconocidos de la República Argentina y de la lengua castellana. Desde el colegio secundario los adolescentes leen su novela de los años cuarena El túnel y después, los más osados, continúan con la que hasta hoy se considera su obra mayor, Sobre héroes y tumbas. A pesar de su trayectoria literaria, Mario Sábato, director de este documental e hijo del laureado, aclara que no se verá en Ernesto Sábato, mi padre un recorrido o un análisis de la labor artística del escritor, sino un retrato "íntimo". Incluso afirma que el trabajo comenzó a partir del deseo de dejar a sus nietos e hijos un documento familiar que recopilara aspectos generales de la vida y trayectoria de su padre.
No obstante esta advertencia, ni el conocimiento de la vida del escritor resulta superfluo para una vía de análisis de su obra -aunque sí resulta imprudente "biografizar" sus ensayos y novelas-, ni el presente documental evita hablar de sus trabajos. De hecho, una buena parte de éste versa sobre el proceso de creación de Sobre héroes y tumbas, y también de otro importantísimo legado de Sábato, su aporte como director de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), impulsada por el ya difunto entonces presidente de la Argentina, Raúl Alfonsín, que dejaría como resultado la investigación que se plasmó en el Nunca más.
El documental se compone de antiguas fotografías familiares, documentales sobre el mismo Sábato realizados con anterioridad por su hijo, entrevistas a personalidades que lo conocieron (Monseñor Laguna, Monseñor Cassaretto, Raúl Alfonsín, Magdalena Ruiz Guiñazú, China Zorrilla, Mercedes Sosa, Alejandro Dolina) y un "recorrido guiado" por Mario a través de los ambientes del que por décadas ha sido -y sigue siendo- su hogar en la localidad bonaerense de Santos Lugares. El resultado de este collage (pues hasta el propio director duda de que pueda llamárselo película... aunque por supuesto es discutible) es eminentemente positivo. La fuerza de los relatos del escritor, cuando aparece, aportan momentos tanto de dramatismo como de reflexión que enriquecen el horizonte filosófico del espectador, más aun si éste está interesado en la obra de Sábato (y, a modo de sugerencia, de manera superlativa si ha leído Sobre héroes y tumbas).
Por lo anterior, no debemos excusar al director de proponer una estructura quizá poco armoniosa. La división en capítulos, si bien no arbitraria, da cuenta de un recorte a veces abrupto y a veces muy extenso de la información. Más allá de esto, que logra corregirse hacia el final del film, Ernesto Sábato, mi padre no puede asegurar un foco de atención constante al espectador, ya que al menos son cuatro los tópicos sobre Sábato que desarrolla: su biografía, el proceso de escritura y Sobre héroes y tumbas , su labor político/social y su situación actual. El primero y el último de estos puntos se mezclan con cierta armonía en el conjunto, pero no puede decirse lo mismo del resto. Cuando se habla de Héroes y tumbas no puede esperarse un diálogo discreto sin la lectura de esta obra y su extensión puede derivar en aburrimiento. Pero claro, el resultado de la propuesta puede ser la toma de interés. Por otra parte, hay más de la trayectoria política de Sábato que aprender. Por ejemplo, no se menciona su relación conflictiva con el peronismo.
Refugiado en el carácter íntimo del film, Mario Sábato se refugia un poco en estos contrapesos, que, sin embargo, no son tales si se considera qué hubiera sido de este documental sin alusiones a la obra de Ernesto Sábato y a su devenir político, aunque las referencias sean escasas o, eventualmente también, excesivas.
El legado principal de Ernesto Sábato, mi padre es el de informarnos acerca de las cavilaciones y problemas (por ejemplo su personalidad casi obsesiva) de un artista y pensador que aun vive, refugiado en ese fragmento del conurbano, y de sus relaciones. Incluso, nos habla del futuro de este interesante personaje. Por otra parte, se recordarán momentos y personajes de antaño, como Raúl Alfonsín o la gran Mercedes Sosa, de quien se recoge un emotivo video junto al escritor, sobre el escenario y en el ámbito de su hogar.
Esta obra de Mario Sábato llega, por fortuna, a tiempo. Ernesto Sábato nació en 1911. Poner empeño en recordarlo antes de su deceso, aunque a una persona casi centenaria tiende a atribuírsele eternidad, es trabajar por una memoria menos forzada que la que viene luego, llena de laureles de gente que jamás supo quién pudo haber sido este hombre. No obstante, su permanencia está en los libros que ha escrito: no hay documental que pueda suplir su lectura.



Hernán A. Manzi Leites



viernes, 19 de marzo de 2010

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE EMMA BLANK

(Puntaje: 7)

¿Qué es el humor negro o la comedia negra? Mucha gente me lo ha preguntado en el transcurso de estas semanas. Aprovecho que este jueves se ha estrenado este film holandés, del director Alex Van Warmerdam, donde priman las tonalidades de este género. Una definición es siempre una tentativa para acercarnos a la comprensión de un concepto pero, por supuesto, puede ser corregida e incluso rebatida. Las comedias negras se caracterizan por representar con humor, completa desenvoltura e incluso parodia, cuestiones graves, principalmente la muerte, a las que solemos tratar con seriedad y respeto casi marmóreo. Casi siempre estas situaciones (un funeral, una enfermedad terminal, un crimen sangriento o una violación) nos producirían tristeza y, de hecho, el cine puede exponerlas de este modo en dramas, thrillers, etc.. Ejemplos de empleo de humor negro en el cine pueden ser Crimen Ferpecto, de Alex de la Iglesia, la reciente Cinco días sin Nora, de Mariana Chenillo (aunque levemente), y la presente Los últimos días de Emma Blank.
A Emma Blank (Marlies Heder) le quedan pocos días de vida. Debido a su inminente muerte solicita a sus "sirvientes" que le concedan todo tipo de caprichos, incluyendo algunos insanos como obligar a un hombre a hacer de perro. A lo largo del film, las locuras se van tornando cada vez más palpables, no sólo en cuanto a Emma, sino también en todos los habitantes de la casa, quienes, claramente, se verán afectados por los caprichos de la "patrona", a pesar de tener una íntima relación con ella.
El film es un buen retrato de una experiencia completamente desquiciada y la labor de la dirección de arte, la fotografía y el vestuario agrega puntos a una película interesante y agradable. El costado que pesa severamente en contra es que el "mensaje" de la obra no está claro, si es que existe. El espectador puede dejar la sala exactamente como entró y solamente acotar que fue "una película europea loca". No obstante, bien llevada adelante, este film no deja de tener cierto interés, y puede producir placer, aunque sea momentáneo.

Hernán A. Manzi Leites

jueves, 18 de marzo de 2010

NÚMERO 9

(Puntaje: 5)

Por si no estaban enterados, los humanos se pelean entre sí, y capaz que nos morimos todos por el avance de la ciencia, ya lo decían hace sesenta años, ni hablar de los viejos "profetas" mayas y nostradámicos. Pero, al parecer, el cine de Hollywood está interesado en sacar todos los panfletos apocalípticos posibles, lo cual realmente nos hace querer ver alguna comedia romántica o policial mediocre con Richard Gere...

Número 9 es una fantasía animada producida por Tim Burton, y dirigida por Shane Acker, sobre la posible devastación en el pasado/futuro, ambientada vintage en lo que podemos creer fue la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué hubiera ocurrido si los científicos lograban crear inteligencia artificial? ¿Esas máquinas se volverían contra los hombres? Por supuesto, si no, no tendríamos esta película que, como valor máximo, tiene un excelente diseño de los bichitos inteligentes, de arpillera y objetos viejos (los buenos), y de los malísimos transformers de chatarra, que quieren destruir todo resto de vida anímica que se les oponga. Humanos en ese mundo devastado ya no hay más, sólo existen pequeños restos de almas insertos en estas criaturitas adorables o detestables.
Los creadores consiguieron, para esta obra, una pila de actores de renombre, con el fin de aumentar el interés que podría generar Tim Burton como productor. Así es como contrataron a Cristopher Plummer (#1), Martin Landau (#2), John C. Reilly (#5), Crispin Glover (#6), Jennifer Connelly (#7), Fred Tatasciore (#8) y el protagonista, #9, Elijah Wood.
En un principio, y en ciertas ocasiones, lo que ocurre parece ser excitante, pero luego todas las oportunidades de darle vuelo a la obra son tiradas a la basura. Una imagen: cocinar un exquisito pastel y luego aplastarlo con un tenedor y servirlo, aduciendo que el sabor es el mismo. Número 9 podría haberse volcado al género de terror o a la ciencia ficción de un mood mucho más serio del que lo hace. Esta decisión de infantilizar una película casi bélica (aunque casi todas las películas para niños y jóvenes de hoy en día parecen serlo...), de no pasar líneas y quedarse en la más ordinaria lucha maniquea entre el bien y el mal, hace que el espectador desespere por conocer lo que va a ocurrir, que se van a salvar, que va a reir, que va a llorar, y que el final será feliz y los nazis (uy, dije nazis, ah, perdón, capaz eran rusos o yanquis de hace 50 años) serán vencidos.

El interés mayor pudo haber estado, en efecto, en su costado de ciencia ficción ¿Pudo el hombre haber generado avances que ni siquiera hoy en día se conocen, hace muchos años? ¿Hay un límite para la creación científica? Número 9 decide no discutirlo, y deja que nos entretengamos con bichitos que pelean y escapan.

Una película para estudiantes de animación. Ni siquiera los drogadictos podrán entretenerse con los colores brillantes y las ráfagas de efectos especiales, por ese guión meloso, que desperdicia contenidos y tratamientos que pudieron haber sido interesantes.





Hernán A. Manzi Leites

martes, 16 de marzo de 2010

ESTÁN TODOS BIEN

(Puntaje: 6)

Robert De Niro interpreta a un viejo viudo, oxidado y anticuado, que decide, tras las sucesivas cancelaciones de sus hijos a una reunión familiar por él organizada, visitar a todos ellos -en contra de las indicaciones de su médico-, recorriendo así gran parte de los Estados Unidos en tren y micro. En lugar de una agradable sorpresa, sus hijos, ya mayores, lo reciben con poco entusiasmo, a la vez que esconden o trastocan hechos de su vida, lo que genera sospechas en el viudo Frank Goode (De Niro). Amy (Kate Beckinsale) oculta sus problemas de pareja, Robert (Sam Rockwell) no es ningún director de orquesta, sino que se dedica a la eternamente rebajada percusión, Rosie (Drew Barrymore) es quizá menos exitosa como bailarina en Las Vegas que lo que su padre cree, y David... todos están preocupados por David.

El film, dirigido por Kirk Jones -quien también se encargó del guión- está basado en una película italiana de Giuseppe Tornatore, Stanno Tutti Bene, aunque, claro, la familia italiana y los valores de dicho país europeo (me refiero también a los valores cinematográficos) no son los mismos que para los estadounidenses. El resultado, será, por ende, distinto. Principalmente, y con acierto, se trata de road movie. El viaje de Goode es central, y el director utiliza una metáfora quizá un poco burda para darle sentido a todo esto, que consiste en que el viejo había trabajado recubriendo de PVC los cables de teléfono, y la comunicación con sus hijos resultaba, al presente, imposible y dificultosa por ese u otros medios. Más allá de esto, hay ciertos datos importantes en cuanto a la realización del film. Si bien es una road movie "light", el trabajo de fotografía y arte es destacable, teniendo en cuenta que en la película se visitan Denver, New York, Las Vegas y Chicago , y el rodaje se produjo casi en su totalidad en el estado de Connecticut. Por supuesto, una cámara de alta definición Panavision Genesis ayudó bastante.

El guión de Everybody is fine entretiene decentemente al público, con los golpes bajos y los toques de humor bien llevados por los intérpretes. Quizá la repercusión de la temática "familiar" fluctúe según en qué relación se encuentre uno con la propia familia, esto es, dependiendo de cómo el film tenga un asidero para construir vínculos con el espectador. El screenplay, no obstante, pudo haber tenido alguna modificación que lo apartara de un final típico de Hollywood, pero prefirió quedarse con su estructura de actores famosos y lemas bonitos sobre la familia.
Por esta razón, y por la carencia de otros motivos de excitación a lo largo del film, Están todos bien se convierte en un film muy acomodado a los gustos de un público que no espera demasiado y que prefiere menos cine y más cháchara.
Siempre insisto en la experiencia de ir al cine y ver todo lo que se pueda (aunque hay entradas que cuestan lo que mejor hubiera sido haber ahorrado), pero sin mucho daño podemos esperar al estreno en televisión. Esta producción de Kirk Jones no deja de tener, empero, unos bocados de agradable sabor.




[De Niro con el director Kirk Jones]

Hernán A. Manzi Leites

domingo, 7 de marzo de 2010

EL SECRETO DE SUS OJOS

(Puntaje: 8)


Suenan bombos y platillos como en 1986, cuando Argentina recibió un premio Oscar por la película La historia oficial, debido al galardón que recibió El secreto de sus ojos, como mejor film de habla no inglesa. ¿Pero cuál es la importancia de los Oscar para nosotros, los argentinos? En primer lugar, le tenemos bastante respeto a la Academia de cine estadounidense, ya que a este país se circunscribe la citada organización cinematográfica. En segundo lugar, un Oscar implica un despegue comercial inusitado, que con el éxito ya obtenido en las salas locales (y en dvd) el film del director Juan José Campanella puede convertirse en la película argentina más taquillera en la historia del cine nacional -si no es que la suposición me falla y ya lo es. Pero dejando la cháchara y los premios de lado, El secreto de sus ojos es una obra de la que podremos hablar con toda decencia y gusto.

El secreto de sus ojos es la historia de un simple perito mercantil (Benjamín Espósito, interpretado por Ricardo Darín) que trabaja en un juzgado penal en la capital argentina. Ya jubilado, quiere recomponer en una novela una de los casos más traumáticos por los que debió atravesar: la violación y posterior asesinato de una bella joven, recién casada. En aquel momento, Espósito no pudo permanecer indiferente a la situación y al dolor del viudo (Pablo Rago) y encaró personalmente la investigación, a pesar de las trabas y la corrupción de la policía y de los jueces, como su superior Lacalle (Mario Alarcón). El joven Espósito contará, en su tarea, con la ayuda de su compañero de trabajo y amigo, Pablo Sandoval (Guillermo Francella), y con la colaboración eventual de su jefa, Irene Menéndez Hastings (Soledad Villamil), hacia quien se siente particularmente atraido. Realizando una labor de investigador privado, Espósito se dará cuenta que muchas veces destapar una olla podrida trae mal olor y que, a falta de pruebas, sólo queda seguir lo que el instinto indica (ahora, pues, se comprende mejor el título de la obra).
El film de Campanella definitivamente enfila hacia el thriller con rezagos del policial clásico. Por ejemplo, la investigación se realiza de manera independiente a los organismos oficiales y la trama, por otra parte, posee una estructura donde el "dato oculto" y el posterior develamiento de los "verdaderos" sucesos juegan un papel capital. De todos modos, Campanella y su co-guionista y autor de la novela en la que se basa la película, Eduardo Sacheri, no reducen el argumento pura y exclusivamente a la resolución del crimen, sino que lo llevan hacia otros terrenos, de los que no podremos discutir sin pasar por un plot spoiler. Así que, antes que eso, abordemos la crítica más general.
Lo menos brillante de la organización argumental es, precisamente, cómo el final, si bien dotado de una tonalidad placentera y acorde al film, se muestra como un momentum donde la tensión ha explotado: ya no hay más que decir al respecto, el misterio está resuelto. El director insiste -y por ello la alusión al policial clásico, aunque hoy en día películas como Los hombres que no amaban a las mujeres tienen formatos bastante similares- con mostrar el razonamiento de Espósito, surgido en primer lugar por inspiración, como aquello que el espectador ha de disfrutar y en lo cual se ha de entrometer personalmente. La virtud es, por supuesto, que Campanella logra su cometido y la película resulta atrapante, aunque este método carece de la sutileza y tensión que otros artistas pueden proveer escena tras escena sin necesidad de ninguna olla que destapar. Cabe mencionar, no obstante, como sí se logra, en ciertas escenas aisladas, una calidad admirable, donde el disfrute del público (o quizá el sufrimiento) está asegurado.

Como todo aquí me lleva a hablar de lo que no puedo hablar, hay que felicitar al cuerpo técnico, cuyo montaje (esencial para los flashbacks, muy bien organizados en relación con el guión), fotografía, vestuario y maquillaje resulta superlativo. Cómo no destacar, además, las actuaciones, fundadas en el trabajo personal de un actor (Francella, quien siempre se dedicó a la comedia, aquí en un papel dramático) o en lo radiante de una personalidad (la increíble Soledad Villamil). El guión, por otra parte, refleja acertadamente tanto los "argentinismos" como los modos típicos de la vida y los trabajadores de los tribunales o una pasión tan argentina como el fútbol (las escenas en el "Palacio", de una gran destreza técnica, no pudieron producirme sino un orgullo de buen quemero).

[Desde aquí PLOT SPOILER: si no ha visto la película, por favor no siga leyendo.]





Existe en el archivo fotográfico de nuestra República Argentina, una imagen donde se ve a Juan Domingo Perón en un acto y detrás de él se distingue, como escolta oficial, la figura de un entonces joven Jorge Rafael Videla. Lamentablemente, no pude encontrar nuevamente la fotografía, que una vez vi en un documental hace años. De todos modos, sí podemos encontrar la imagen de Isabel Martínez de Perón junto al dictador argentino Videla. El secreto de sus ojos retoma inteligentemente esta escena con la aparición de Isidoro Gómez detrás de la ex-presidente. Campanella intenta hacer reaparecer del imaginario y la memoria colectiva (si es que esa entidad existe) aquellas escenas que tanto dolor causaron a nuestra nación. Aquel fue el comienzo de la dictadura más sangrienta de nuestra historia, con el "Brujo" López Rega y su organización, a la que aduzco pertenece el nefasto personaje de la película, la Triple A (Asociación Anticomunista Argentina). La perversión de Gómez no debe extrañarnos como una de sus características: ningún torturador está exento de la más grave corrupción mental. La escena en la cual él entra en el ascensor junto a Irene y Espósito -quizá la mejor lograda- es representativa del modo en que muchos argentinos vivían, perseguidos, acorralados y amenazados.
Este tenor político fue, como hace veinticinco años, uno de los motivos que contribuyó al éxito de la película en la Academia de Hollywood. Irónico ¿verdad? Cuando los EEUU apoyaron intelectual y económicamente a las dictaduras latinoamericanas, que respondieron consecuentemente aplicando el neoliberalismo vendepatria que tanto conocimos en períodos democráticos también. El tratamiento del tema en El secreto de sus ojos si bien no es del todo profundo, no resulta meramente un agregado. Es crucial comprender la introducción de este elemento histórico dentro de la discusión en torno a la pena de los criminales de Estado.
Con esto último, me refiero a la conclusión de la película, cómo el viudo Ricardo Morales decide ejecutar la pena con su propia mano, sin intermediarios oficiales. A quién no le parecería justa esta pena, aun con tintes de venganza personal, para, por ejemplo, Videla, Massera, Menéndez o Astiz. No podemos dedidir la justicia de este acto aquí: reservo mi opinión, sólo reproduzco lo que puede sentir el espectador de El secreto... . No obstante, con astucia Campanella pone un grado de perversión también en el personaje interpretado por Rago. De allí lo que decíamos más arriba, a saber, que el final tiene una tónica inteligente y acorde a aquella situación que describe.

Mis esperanzas están puestas en que estos temas se lleven, con el premio y el triunfo de crítica y espectadores, al debate público. Pocas veces lo logra una película cuando se sumerge en la banalidad de la taquilla y el éxito masivo. Hoy escuché en los noticieros cómo los conductores comentaban la película con Campanella y Francella: la mitad del tiempo hablaron de Racing.

Hernán A. Manzi Leites






























miércoles, 3 de marzo de 2010

UN MALDITO POLICÍA EN NUEVA ORLEANS

(Puntaje: 10)

DURÍSIMO DE MATAR


Llega a nuestras pantallas la película de uno de los grandes directores de la historia del cine, me refiero al alemán Werner Herzog. A primera vista, nada excepto su renombre que se trata de un gran film. Los actores que protagonizan esta historia, ambientada en la Nueva Orleans actual, son clásicos del más mediocre policial hollywoodense: Nicolas Cage, Eva Mendes y Val Kilmer. No obstante, esta producción demuestra, una vez más, cómo la mano de un director y de un equipo técnico pertinente puede brindar nuevos aires a un género que, en manos de los cineastas del gran imperio del norte, se hallaba retrasado o al servicio de la billetera de un decadente Robert De Niro.

El "maldito policía" no es más el Harvey Keitel del Bad Lieutenant de Abel Ferrara, sino Nicolas Cage en el papel del recientemente ascendido -por sus valerosos actos- Teniente Terence McDonough, quien deberá encargarse, con la confianza de su superior, del caso de la masacre de cinco inmigrantes senegaleses a manos de un grupo de narcotraficantes de la ciudad sureña. Tras sencillas investigaciones, se descubre quién está detrás del asunto, pero la policía carece de pruebas suficientes para culpar al líder de la banda, conocido como Big Fate (Xzibit). McDonough, quien ama su trabajo y lo dirige con destreza, no puede, sin embargo, controlar dos de sus adicciones. Una, el amor por Frankie Donnenfeld (Mendes), prostituta de lujo que le profesa al policía verdadero cariño, y de quien también recibe ésta protección de sus oscuros y ricos clientes. Por otra parte, el teniente es adicto a la cocaína, y quién más que un policía para obtenerla fresca y variada.
La destreza principal de Herzog consiste en no generar un personaje, por decirlo hegelianamente, "unilateral", sino "dialéctico". No vemos en McDonough ni al policía bueno, ni al malo. O mejor aun, vemos al malo haciendo su trabajo, hasta el punto de que el espectador podría conformarse con considerar al personaje de Cage como un paradigma de lo que podría ser la corrupción policial "eficaz". Por otra parte, McDonough es más que eficiencia. Es todo lo bueno que podría ser, pero es, llanamente, un hijo de puta. En este sentido, la construcción del bad lieutenant de Herzog es elogiable, porque es también esta estructura dialéctico-bipolar (es decir: unitaria) lo que las escenas, reflejo del teniente, pretenden enseñar.
Claro que la intención del director no deja de lado la esfera política. Esta negatividad positiva se trasluce en la elección de la ciudad del policial, Nueva Orleans, centro urbano alejado de otros sitios del norte de los EEUU, como Boston, Chicago y Nueva York, privilegiadas locaciones para los clásicos conflictos entre la policía y alguna mafia extranjerizante. La citada ciudad del estado de Louisiana fue víctima, hace relativamente poco, del huracán Katrina, y es conocido cómo el entonces presidente George Walker Bush prestó poca atención a la población local durante el desastre. Total, eran todos negros y pobres. Inteligentemente, Herzog alude a esta catástrofe natural al principio de su obra, demostrando que no es sólo "color" lo que añade Nueva Orleans a Bad Lieutenant (¡y sí que le pone mucha onda!).
Queda por decir que la trama de Bad Lieutenant. Port of call: New Orleans no tiene fisuras o desviaciones. Aquel resumen argumental que se proveyó más arriba es pertinente y recorre los 120 minutos de duración del film, sin que al espectador se le escape la tensión propia de todo thriller. Otros colegas críticos, he escuchado, aducen una excesiva longitud a la cinta. No lo negaría terminantemente, y quizá parte del público no se sienta atraido por la locura de Herzog, e incluso por su humor, que supera en risa o desparpajo a las comedias que tratan de levantarnos el ánimo. Algunas butacas abandonadas (asistí a una Avant première, no a una función exclusiva para la prensa) muestran que el gustito Herzog, que fácticamente es la afición por lo cotidiano y lo prohibido, no es digerible para cualquier dama de película inofensiva del corazón. Sin embargo, eso no es sorpresa para los cinéfilos, que buscamos baldazos de locura y escenas inexplicables e imprescindibles. Por fortuna, Herzog no usa aquí esos cuadros de belleza estática y aburrida de otros realizadores, quienes prefieren el drama para no introducirse en lo más complicado del cine: los géneros.

En suma, la mano de Werner Herzog ha logrado sacar a flote toda la mierda que andaba dando vueltas, lección que he aprendido de Un maldito policía... . La riqueza de esta enseñanza estriba en el hecho de no poder aprehender una posición moral unívoca por parte de Herzog. El punto débil de un argumento es su punto más fuerte desde otra perspectiva. Por tonto que parezca, jamás querrían nuestras fuerzas de seguridad actuales un debate como el que puede surgir de esta película. Porque para ellos es mejor tener argumentos para justificar una cosa u otra, pero lo más peligroso es originar un debate en el que pensar y discutir sea lo crucial. Para el goce del espectador, Terence McDonough se pasa los argumentos por el traste.







Hernán A. Manzi Leites

lunes, 1 de marzo de 2010

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (3-D)

(Puntaje: 6)

LOS CHICOS QUIEREN GUERRA


Qué más puede pedir el fanático de Tim Burton, o el amante de los colores, o el amante de los alucinógenos, que una nueva versión de Alice in Wonderland, dirigida por el ya nombrado cineasta que tantas veces entusiasmó al mundo del séptimo arte, con películas como The Nightmare Before Christmas, Ed Wood y la excelente El joven manos de tijera. Por otra parte, Burton acierta en encargar un guión que combine la novela de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas con su secuela Alicia a través del espejo, lo cual torna novedoso también el argumento de la vieja película de dibujos animados de Disney, quien, a la sazón, produce este nueva entrega con actores y animación en tres dimensiones.
Quienes recuerdan a esa Alicia soñadora (Mia Wasikowska), deben modificar un poco esa idea, ya que aquí Alicia está más crecidita, ya casi con veinte años, y las responsabilidades sociales de una niña londinense de la clase acomodada no se adecúan a los delirios de los conejos con chaleco y reloj y un sonriente gato. Ella se da cuenta de que el tiempo ha pasado y que quizá ya no esté para tanto jaleo, y cuando repentinamente cae en el agujero del árbol, descubre que el mundo que ella había nombrado "País de las maravillas", es el "Inframundo". Escindido por una guerra entre dos hermanas, la bondadosa Mirana, la Reina Blanca (Anne Hathaway), y la malvada y cabezona Iracebeth, la Reina Roja (Helena Bonham-Carter, quién más), esa tierra espera la llegada de Alicia, puesto que el oráculo dictaminó que ella habría de librarlos de la terrible mascota-monstruo de Iracebeth. En su ayuda acudirán todos los personajes clásicos del viejo film de Disney, incluyendo a un Sombrerero Loco (trastornado por las secuelas que le dejó el mercurio utilizado en su oficio) interpretado por, como era de esperarse, Johnny Depp.
El giro de esta nueva versión es claramente bélico, siguiendo una línea que ya aburre, muy similar a Las Crónicas de Narnia. Siempre los británicos supieron meterse en guerras, como la de El Señor de los Anillos, siguiendo con su leit-motiv épico. Este patrón aparta a esta Alicia... de la fantasía y los problemas de una niña, aunque no por ello se lucen menos sus personajes, en particular, aquellos que componen la corte de la Reina Roja o el desquiciado té del Sombrerero y la Liebre.
Por otro lado, la reflexión o "mensaje" de esta nueva película de Burton es poco profunda, y se reduce a un "nunca dejes de soñar", que deriva en "así te va a ir bien en los negocios". Algunos dirán que se trata de un sabio consejo, mientras que otros -me incluyo- creerán en la "bajada de línea" de ese capitalismo conquistador que hoy existe y que, en la época en la que se sitúa el film, se encontraba en la plenitud de su vigor, dirigiéndose a la búsqueda de nuevos y lejanos puertos para vender manufactura y destruir la manufactura local.

El espectador elogiará los efectos especiales (de los cuales nadie se hubiera atrevido a dudar en una producción de este género) y ciertas personificaciones, pero no podrá revivir la misma magia o la misma locura de su versión animada, aun con un guión muy divergente respecto de esta última. El "estilo" Burton se encuentra hoy más en sus diseños y colores que en el remolino de lo fantástico y paranormal. Con otras palabras, el afamado director cae en esa repetición del "género fantástico", tan solicitado por las taquillas actuales. En lo personal, brindo porque otros cineastas, como Sam Raimi, sigan llevando la fantasía con más guión e ingenio que fancy clothes y sombreros bonitos.





Hernán A. Manzi Leites