martes, 8 de mayo de 2012

EL ÚLTIMO ELVIS

(Puntaje: 7)

PERSONA

    La desesperación de no querer ser sí mismo, como lo planteaba Kierkegaard, es muy distinta a la simple locura de creerse o pensar que acaso uno efectivamente puede convertirse en otro. Quizá esto suene algo pesimista, pero la vida consiste en ese estancamiento, en una movilidad dentro de una identidad cuyo movimiento es la siempre desde la interioridad hacia la interioridad. Por eso, el filósofo danés recomienda pensar la posibilidad de otro como pregunta, y no como modelo a seguir, pues ello impulsa al individuo hacia afuera de fronteras inexistentes para sí. 
    Sin embargo, Carlos Gutiérrez (John McInerny) cree que su misión es convertirse en Elvis, como si pudiera tomar la posta de un difunto y reencarnar en él. Su voz prodigiosa (la que el actor en la realidad también posee) lo convence de esto. Trabajando para una fábrica que no representa sus intenciones verdaderas e interpretando al Rey en eventos sociales de poca monta, Carlos logra mantener a la esposa con quien se halla distanciado, Priscilla (Griselda Siciliani), y a su pequeña hija Lisa Marie (Margarita López), en una emulación de la vida del cantor de Memphis. 
    Detrás de todo esto, que da la idea de la paródica vida de clase media-baja suburbana, el director Armando Bo -en su ópera prima- deja en claro que la vida del Elvis de Avellaneda refleja, más bien, los problemas psiquiátricos del protagonista. De allí el tono oscuro y hasta algo letárgico del film, que muestra la seriedad de un retrato pulido. Es entonces como,  en este sentido, la película tiene un límite prácricamente clínico en cuanto al legado que entrega al espectador, lo cual pone a la obra en un original marco -sellado con la eficacia técnica del montaje, la fotografía y la dirección artística- plausible de ser atesorado, pero hacia un futuro, y en tanto material para la historiografía del cine. De modo que podría esperarse que el próximo film de Armando Bo produzca mayores destellos en el público que el presente, de una precisión parcialmente inocua en términos artísticos.

Hernán A. Manzi Leites