ALIEN, de la 1 a la 3
No
solamente se trata de películas únicas, imposibles de comparar con
otros films de género, sino que cada una de ellas da lugar al
particular desarrollo de características propias, que reflejan el
trabajo de sus tres directores. De hecho, es plausible pensar que
tras las primeras dos entregas de la saga, David Fincher utilizó
Alien 3 como una vía para
mostrar su estilo y capacidad como cineasta, en detrimento de la
riqueza del film. No obstante, este tipo de análisis debería sernos
vedado, como así tampoco sacaremos a la luz los entretelones de
estas obras. Esperemos que estas líneas sirvan para disfrutar estas
piezas, que merecen un lugar incuestionable en nuestra filmoteca.
Alien
(1979), fue dirigida por Ridley
Scott y reviste el interés de mezclar los géneros de la ciencia
ficción y del terror, como pocas películas supieron hacerlo. Es
factible proponer que Alien funciona
como una anti-utopía,
legado que le dejará a sus siguientes versiones, e incluso podríamos
trasladar esa apreciación a la reciente producción de Scott,
Prometheus. En la
película de 1979, los trabajadores del Nostromus son arrojados hacia
una serie de tareas que -indudablemente- comprometen su integridad y
exceden el límite de su espectro de actividades laborales
(transportadores galácticos), al menos, las que ellos conocen.
Dentro de las características de este film, la que más destaca es
el carácter inabordable del
alien, su posicionamiento como lo otro,
pero un otro muy distinto al que pudiera hallarse en un animal. Pues
cuando se lo compara con los humanos, se destaca su astucia e
inteligencia, y al momento de hacer un têtê a têtê
con la animalidad, el director sabe despertar en el espectador una
peculiar extrañeza, mitad distanciamiento y mitad empatía. Esto se
refleja en la magistral escena del encuentro del gato en su cubil y
el enorme alienígena, que evidencia un trabajo de fotografía, por
otra parte, excelente.
Con
Aliens (1986), de
James Cameron, se introducen ciertos temas que se encontraban in
nuce en Alien.
En esta última, se había presentado a la teniente Ripley (Sigourney
Weaver) como heroína y, con esta segunda obra, pasaría a ser una
figura indiscutible. Entre los tópicos que Aliens
trae, se halla el de la maternidad y su status
problemático. En esta ocasión,
vemos a la protagonista como la madre que no pudo concretar su amor
maternal, al haberse encontrado durante décadas en una cámara
criogénica. A partir de allí podemos establecer analogías que van
desde la trata de blancas hasta las Madres y Abuelas de Plaza de
Mayo. No obstante, se le otorgará a Ripley una nueva oportunidad de
establecer una relación madre-hija con la niña que sobrevive, por
su destreza, a una nave infestada de aliens. Y esta chance no será
únicamente para ella... En otro orden de cosas, se puede percibir en
Aliens un viraje en el
género. Ya alejado del terror, Cameron escoge una perfecta
combinación entre acción y suspenso -y no olvidemos a la ciencia
ficción. Es tal el acierto de este cineasta que este film oscila
entre la vibrante persecución -a y, finalmente, de
los aliens- y escenas con una genial impronta hitchcockiana, como la
estupenda escena con los pequeños aliens en la habitación en la que
la infante duerme.
Aun
cuando prometimos no divulgar chismes cinéfilos, se esperaba que
Alien 3 (1992) fuera
una gran producción que involucrara la intervención de varios
directores, pero ese proyecto quedó inconcluso, y finalmente la
pulseada fue ganada por David Fincher, a quien recordaremos por su
película Se7en. Es
fácil ver que Alien 3
no comparte la excelencia de sus predecesoras, y mucho menos la
caracterización del alien, justificada en una línea de diálogo por
Ripley, al decir que el alienígena de esta entrega se
movía diferente. No obstante,
esta obra reviste un nueva nota de género, que se traslada a una
suerte de thriller,
con la incorporación de la temática carcelaria y la de los
sospechosos. Esto no
es casual y es un punto inteligente de la película, como también lo
es el aspecto de la condena,
en especial si lo vinculamos con el descubrimiento final de la
heroína. Lo que también se advierte en esta tercera parte
-producida por la misma Sigourney Weaver- es que “la compañía”
es ya una entidad tangible, aunque esto se trata de un proceso
a lo largo de los films: en el primero, la compañía era el androide
y la computadora, en el segundo, los marines con sus armas y algunos
empresarios, y en el tercero, ya son directamente estos últimos los
que se hacen presentes in situ. En
otras palabras, hay una creciente transparencia de las relaciones
capitalistas, aun cuando, paradójicamente, Fincher decida
desentenderse de los análisis que permitían las sutilezas de Alien.
Por último, no resulta excesivo traer a colación la película
Prometheus, no hace mucho tiempo estrenada por Ridley Scott. A
riesgo de introducir un plot spoiler, conviene comentar que se
trata de una precuela de las ALIEN. En la misma, se evidencia que la
utilización de los alien como armas es ya una búsqueda ancestral,
búsqueda que es paralela a la de los protagonistas, anhelantes de
hallar respuestas al origen de los hombres. Este enfoque
genético y biologicista coincide, en cierto sentido, con aquel de
Alien, bajo la firma del mismo director. Sin embargo, como
pieza cinematográfica -probablemente por la ausencia del grupo de
trabajo del Scott de los '80- el resultado no es el mismo, y los
recursos empleados para despertar las pasiones en el espectador,
dependen más de los efectos especiales que de la técnica del
montaje y la fotografía, tan especial en la primera aparición de
ese bicho tan incomprensible como implacable y destructor.
Hernán A. Manzi Leites