martes, 4 de septiembre de 2012

Dialogar con ALIEN

(Artículo especial)

ALIEN, de la 1 a la 3

    No solamente se trata de películas únicas, imposibles de comparar con otros films de género, sino que cada una de ellas da lugar al particular desarrollo de características propias, que reflejan el trabajo de sus tres directores. De hecho, es plausible pensar que tras las primeras dos entregas de la saga, David Fincher utilizó Alien 3 como una vía para mostrar su estilo y capacidad como cineasta, en detrimento de la riqueza del film. No obstante, este tipo de análisis debería sernos vedado, como así tampoco sacaremos a la luz los entretelones de estas obras. Esperemos que estas líneas sirvan para disfrutar estas piezas, que merecen un lugar incuestionable en nuestra filmoteca.
   Alien (1979), fue dirigida por Ridley Scott y reviste el interés de mezclar los géneros de la ciencia ficción y del terror, como pocas películas supieron hacerlo. Es factible proponer que Alien funciona como una anti-utopía, legado que le dejará a sus siguientes versiones, e incluso podríamos trasladar esa apreciación a la reciente producción de Scott, Prometheus. En la película de 1979, los trabajadores del Nostromus son arrojados hacia una serie de tareas que -indudablemente- comprometen su integridad y exceden el límite de su espectro de actividades laborales (transportadores galácticos), al menos, las que ellos conocen. Dentro de las características de este film, la que más destaca es el carácter inabordable del alien, su posicionamiento como lo otro, pero un otro muy distinto al que pudiera hallarse en un animal. Pues cuando se lo compara con los humanos, se destaca su astucia e inteligencia, y al momento de hacer un têtê a têtê con la animalidad, el director sabe despertar en el espectador una peculiar extrañeza, mitad distanciamiento y mitad empatía. Esto se refleja en la magistral escena del encuentro del gato en su cubil y el enorme alienígena, que evidencia un trabajo de fotografía, por otra parte, excelente.
   Con Aliens (1986), de James Cameron, se introducen ciertos temas que se encontraban in nuce en Alien. En esta última, se había presentado a la teniente Ripley (Sigourney Weaver) como heroína y, con esta segunda obra, pasaría a ser una figura indiscutible. Entre los tópicos que Aliens trae, se halla el de la maternidad y su status problemático. En esta ocasión, vemos a la protagonista como la madre que no pudo concretar su amor maternal, al haberse encontrado durante décadas en una cámara criogénica. A partir de allí podemos establecer analogías que van desde la trata de blancas hasta las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. No obstante, se le otorgará a Ripley una nueva oportunidad de establecer una relación madre-hija con la niña que sobrevive, por su destreza, a una nave infestada de aliens. Y esta chance no será únicamente para ella... En otro orden de cosas, se puede percibir en Aliens un viraje en el género. Ya alejado del terror, Cameron escoge una perfecta combinación entre acción y suspenso -y no olvidemos a la ciencia ficción. Es tal el acierto de este cineasta que este film oscila entre la vibrante persecución -a y, finalmente, de los aliens- y escenas con una genial impronta hitchcockiana, como la estupenda escena con los pequeños aliens en la habitación en la que la infante duerme.
   Aun cuando prometimos no divulgar chismes cinéfilos, se esperaba que Alien 3 (1992) fuera una gran producción que involucrara la intervención de varios directores, pero ese proyecto quedó inconcluso, y finalmente la pulseada fue ganada por David Fincher, a quien recordaremos por su película Se7en. Es fácil ver que Alien 3 no comparte la excelencia de sus predecesoras, y mucho menos la caracterización del alien, justificada en una línea de diálogo por Ripley, al decir que el alienígena de esta entrega se movía diferente. No obstante, esta obra reviste un nueva nota de género, que se traslada a una suerte de thriller, con la incorporación de la temática carcelaria y la de los sospechosos. Esto no es casual y es un punto inteligente de la película, como también lo es el aspecto de la condena, en especial si lo vinculamos con el descubrimiento final de la heroína. Lo que también se advierte en esta tercera parte -producida por la misma Sigourney Weaver- es que “la compañía” es ya una entidad tangible, aunque esto se trata de un proceso a lo largo de los films: en el primero, la compañía era el androide y la computadora, en el segundo, los marines con sus armas y algunos empresarios, y en el tercero, ya son directamente estos últimos los que se hacen presentes in situ. En otras palabras, hay una creciente transparencia de las relaciones capitalistas, aun cuando, paradójicamente, Fincher decida desentenderse de los análisis que permitían las sutilezas de Alien.
    Por último, no resulta excesivo traer a colación la película Prometheus, no hace mucho tiempo estrenada por Ridley Scott. A riesgo de introducir un plot spoiler, conviene comentar que se trata de una precuela de las ALIEN. En la misma, se evidencia que la utilización de los alien como armas es ya una búsqueda ancestral, búsqueda que es paralela a la de los protagonistas, anhelantes de hallar respuestas al origen de los hombres. Este enfoque genético y biologicista coincide, en cierto sentido, con aquel de Alien, bajo la firma del mismo director. Sin embargo, como pieza cinematográfica -probablemente por la ausencia del grupo de trabajo del Scott de los '80- el resultado no es el mismo, y los recursos empleados para despertar las pasiones en el espectador, dependen más de los efectos especiales que de la técnica del montaje y la fotografía, tan especial en la primera aparición de ese bicho tan incomprensible como implacable y destructor. 

Hernán A. Manzi Leites