viernes, 26 de octubre de 2007

HONOR DE CAVALLERIA

(Puntaje: 8)
Leí en una crítica que los tradicionalistas "extremos", defensores del Quijote de Cervantes, se escandalizarían frente a esta obra del catalán Albert Serra. Sin embargo, yo vi en ella la pureza del Quijote, su "verdadera" historia, al modo de un documental, y no meramente una trasposición de un relato de aventuras. Se ha visto, por otra parte, que la novela más conocida de Miguel de Cervantes rara vez se lleva a escena linealmente. Tenemos el evidente caso de El hombre de La Mancha. Y si no me he sentido molesto por el intento de llevar al Quijote a un "reality" es porque la película es desarrollada con gran maestría y numerosos aciertos.
Retomando todo esto, vemos que el concepto clave del filme es "naturaleza". En primer lugar, por mostrar a estos Quijote y Sancho verdaderamente humanos, en una travesía sin molinos de viento, ni Dulcineas expectantes. En segundo lugar, precisamente la naturaleza será el entorno que guiará a estos personajes (interpretados por Lluís Carbó y Lluís Serrat) mediante el diálogo que con ella (y entre ellos) establecen.
Las aluciones a Dios que el Quijote da son expresión de aquella teoría medieval según la cual todo lo creado estaba en la Palabra de Dios; no en la Biblia como libro, sino en el "decir" divino, y, en consecuencia en el diálogo que él mismo establece con nosotros (a través de la interioridad y, claro ahora sí, la Biblia), con la naturaleza y entre sus tres Personas. El Libro Sagrado dice: En el principio fue el Verbo (logos).
Se comprende así por qué Serra quiso que sintiéramos la naturaleza de una manera tan placentera como poderosa. Los grillos, las aves, el viento, es lo único que oímos. El verde, el cielo, la oscuridad, es lo único que vemos. En ellos introducidos, el Quijote y Sancho, destacándose sobre el trasfondo haciéndonos la creatividad del hombre como su esencia, para difernciarlos de aquello a lo que el Quijote se dirige, ciegamente, sólo con su fe: Dios. Es, por cierto, el tema de la "fe" crucial en Honor de Cavallería. Pecando de obviedad, las dudas y convicciones de Sancho, casi diría el protagonista de la película, con respecto al viejo a quien acompaña, son una cuestión de fe. De más está decir que esta interpretación "religioso-metafísica" de la película no es novedosa con respecto a la obra del Manco de Lepanto. Muchos han tomado al libro como un cofre lleno de significados ocultos. Yo los desconozco, pero Albert Serra logró que viéramos al menos algunos, y pienso que más de Cervantes que del director.

Yendo a los elementos que el director decidió incluir en su película, veo ciertos desajustes. La inclusión de música en un momento avanzado del filme resultó completamente inapropiado (excepto que le busquemos alguna vuelta metafísico conceptual para explicarla). Ciertas escenas devienen tediosas, quizá deliberadamente, pero ¡tediosas para el espectador de todos modos! Además, Honor de Cavallería tiene ciertas arbitrariedades por parte de Serra que no la hacen la "obra maestra" que muchos aclaman.
A pesar de esto último, el balance general de la película es muy positivo. Será una película para recordar, y para ver al Quijote (es altamente recomendable haber leído El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha) de Cervantes en carne y hueso (mejor dicho, en fílmico).

Esta película trasluce a sus progenitores música, literatura y pintura. Y nos muestra, así, qué es el cine. Didáctico, ¿no?.

Hernán A. Manzi Leites

sábado, 20 de octubre de 2007

Recital de SODA STEREO (viernes 19/10/07) o A NIGHT AT THE OPERA


APÁGALO...ENCIÉNDELO

Finalmente, la banda que anunció su partida hace diez años con un espectacular recital, concretó su regreso. Pero el fanatismo es ciego y no supo o quiso ver que aquel "último concierto" iba a ser, como se puede leer claramente, el fin de Soda y el inicio del Stereo.


El recital que Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti dieron el 19 de octubre del 2007 en el Estadio Monumental de River Plate tiene varias aristas de análisis. Puede ser que esto sea positivo, ya que no fue un concierto llano, sino pensado, en su concepto y, obviamente, también en su show. Pero, a la vez, esta multiplicidad de sentidos derivó en una inconsistencia en su totalidad, aunque no para todo el público. Que el "Último concierto" fue grandioso, no hay dudas.

Lo que diferencia a el "último" de la "vuelta" es que la "vuelta" es simplemente una porción extra para los que ya saborearon al trío, o para quien no lo haya probado nunca en vivo; el "último" vino tras una seguidilla de discos exitosos de la banda, en particular "Sueño Stereo" y "Comfort y Música para Volar". La vuelta de Soda Stereo debería haberse dado con la presentación de un nuevo disco. No lo hizo. Soda no volvió nada.
Naturalmente, mi balance del recital está lejos de ser completamente negativo, pero comenzaré con estos detalles que no me parecieron por completo acertados. En primer lugar, si bien la banda "sonó bien", el tempo de algunas canciones y su potencia, sumada al eco que había en mitad del campo de River, no favorecieron siempre al sonido de la banda. Creo, sin embargo, que más allá de los problemas técnicos, las canciones no tenían esa pizca de aceleración necesaria en toda presentación en vivo (la afinación de Cerati tuvo además, sus flaquezas, comprensibles, desde ya). Y también está el enorme conflicto del poco conflictivo Charly Alberti. Soda hubiera sido una banda muchísimo mejor sin él (con otro mejor baterista). Su precisión metronómica espanta... Soda es Cerati (porque Bosio demostró ser un viejo patético, como dijo un amigo: Telerman con botas y musculoso).
La otra cuestión negativa, en parte, fue su falta de llegada a los nuevos fans, o los no demasiado fans. Su selección de canciones osciló entre las archi conocidas y las casi o más o menos desconocidas ("Tele-K", "Fue", "Imágenes Retro", "En remolinos", grandes emas por cierto). Sin embargo, en cuanto concepto, esto fue grandioso. Hacer un "grandes éxitos" hubiera sido efectista, pero poco innovador. En su "vuelta", Soda Stereo "vuelve" a tocar temas que hacía mucho no tocaba. Por otra parte, la banda supuso que su regreso era esperado por grandes fanáticos que, evidentemente, conocerían esas canciones. Fue, entonces, un concierto para connoisseurs, y los que recién se empapan con la banda pudieron disfrutar tranaquilos de sus temas, como en la ópera... donde la obra puede ser excelente y su representación no tanto.
Existe, además, un factor estructural (la multitud apretujándose) que fue manejado ambivalentemente por parte de la banda. Seguramente, Soda Stereo previó la gran excitación inicial y por eso decidió calmar a las masas con canciones poco conocidas. Pero ¿por qué no se notó a la gente tan emocionada con temas como "Persiana Americana"? Hay varias cosas a tomar en cuenta: había mucha gente, apretando, saliendo, entrando; la banda no fue tan contundente interpretando; y los fans de Soda Stereo estamos más viejos...
Sin embargo, el recital fue disfrutable, aunque con fallas que por momentos lo hicieron flaquear. Esto fue clarísimo con "Prófugos", canción que ya tiene la virtud de tener crescendos y agudos demagógicos, interpretada con muchísima pasión, transmitiendo al público un furor que llegó a nuestros corazones, un poco perdidos, un poco enamoradizos, un poco fanáticos (¡no seas tan cruel!). Ah, sin olvidarnos del despliegue de tecnología en la iluminación y las agradables burbujas que decoraron el aire durante "Un millón de años luz"; incluyendo, antes de la aparición de la banda, un graciosísimo especial de Peter Capusotto y sus videos en pantalla gigante.
En suma, mi experiencia personal (los recitales en estadios se viven desde adentro más que ningún otro show) fue la de una vuelta más comercial que emocionante, con altibajos, y a algún otro espectador pudo haberle parecido fantástico. Las fechas subsiguientes pueden, por su lado, mejorar aquello que yo destaqué como negativo, u oxidarse en sus puntos coyunturales. Si tienen sus entradas, serán ustedes los que comenten cómo les fue (y cómo le fue a Cerati).
La vuelta de Soda Stereo fue para darnos el gusto, como se evidenció en el tema final, "Nada Personal", tras su reiterada negativa a interpretarlo en vivo. Yo, disfrutaré más cuando Cerati en un recital solista, nos traiga algún tema de sus tiempos con Alberti y Bosio. ABC de la música nacional es esta banda, y ABC del rock es que, cuando un grupo se separa, han de morir o sacar un nuevo disco. La muerte se ha mostrado más favorable para varios.

Hernán A. Manzi Leites

domingo, 7 de octubre de 2007

"Los irreverentes" (de Claudio Gotbeter) en el Chacarerean Teatre

(Puntaje: 4)
El Chacarerean Teatre no podía ser, ubicado en pleno Palermo (¿Soho? ¿Hollywood? ¿Viejo?), aunque a una cuadra de una horripilante Avenida Juan B. Justo, un teatro tradicional. Por algo estos lugares suelen llamarse "espacio teatral", y no, simplemente, teatro. El Chacarerean tiene de especial ser un mezcla entre Cabaret, bar pseudo elegante (léase: San Telmo), pulpería afrancesada (Choripán, copa de vino, y picada con salame ¡picado fino!) y teatro un poco incómodo, lo que predispone al espectador de un modo particular, y puedo asegurar que uno no espera precisamente un Mucho ruido y pocas nueces. Sin embargo, es probable que recuerden esta obra si llegan a ver Los irreverentes, con Patricia Palmer y Jorge Schwanek (escrita y dirigida por Claudio Gotbeter). Pero no se apresuren que esto no es Shakespeare.
Realizar un tipo de pieza teatral como es Los irreverentes es animarse a hacer por primera vez un plato para importantes invitados. La sopa quedó aguada frente a la austeridad de la escenografía (sin decorados, sólo dos sillas) y a los diálogos filosófico-existenciales que conforman más que unas Migajas filosóficas, una filosofía hecha migajas. La propuesta del autor y director de la obra es poner a sus dos protagonistas en el emprendimiento de indagar sobre la (corrupta) esencia del hombre, en tono de crítica, y, como ellos le llaman, "gran provocación". Resulta evidente, por su parte, que en los mismos personajes se encuentra esta miseria. Si debo suponer que ésto es una gran provocación de Gotbeter para con el público, tendría que preguntarle si tenía pensado en que la gente pudiera soportarla hasta el final...
Patricia Palmer, en un papel técnicamente bien desarrollado, interpreta a la "pensadora", de quien Jorge Schwanek, gritón y redundante, intenta ser discípulo, para ayudarla en su proyecto de "gran provocación". Fácil y rápidamente nos damos cuenta de todo: ellos son dos patéticos, pobres seres humanos, y, muy terriblemente, vemos que la obra no va a ir más allá de lo dicho en los primera treinta minutos. El viaje al Éufrates, el análisis eutanásico del mamboretá y la borrachera son algunos episodios que muestran cómo la filosofía no es barata, y que lo que los protagonistas hacen no es filosofía, sino estupidez cósmica que terminó en una reflexión interesante. Sin embargo, la estructura de la obra, oscilante entre la comedia stand up, el drama naturalista y un match de improvisación, no llega a nuestros corazones más que como polémica en el bar (o en mi casa, ese día que vimos la botella vacía), como si el autor supusiera que en el Chacarerean Teatre uno toma mucho vino. Quizá sea lo más recomendable. Frente a este desconcierto muchos optaron por reírse constantemente de las bufonadas de la Palmer y Schwanek (aclaro: vi cervezas en sus mesas).
Las reflexiones de esta obra pudieron haberse llevado a buen puerto en una obra teatral con acto I, II y III, a lo Tennesse Williams, Henrik Ibsen u Oscar Wilde, sin quedar en la plena desnudez, con el viento que había esa noche de viernes. Gotbeter se arriesgó demasiado, aunque creo que con algunas modificaciones podría llegar a aumentar la calidad de su producto artístico. Empero, si Los irreverentes sigue tal cual yo la vi, nos deja fructíferas recomendaciones: Mucho ruido y pocas nueces, esa de Shakespeare que ya nombré, y Filosofía barata y zapatos de goma, de Charly García. Los irreverentes, es esencialmente lo que estas dos obras son meramente en su título. ¡De a poco, Gotbeter, que ya llegarás!
Hernán A. Manzi Leites