jueves, 16 de julio de 2009

100% LUCHA, EL AMO DE LOS CLONES

(Puntaje: 6)

Época de vacaciones de invierno, no falta la película para niños. 100% Lucha, el Amo de los clones, apunta a un público estrictamente infantil y, casi exclusivamente, seguidor de las luchas de todos los domingos por Telefé. Se trata de un filme sincero, bien realizado y mayormente entretenido y ágil (aún cuando se mueve dentro de una dinámica argumental muy predecible). Para los padres o familiares que quieran llevar a sus hijos al cine (público de colegio primario diría), no se llevarán ninguna sorpresa en relación con contenidos no aptos para los niños.
En la simplicidad de esta obra se evidencia la estructura antitética entre el bien y el mal, jamás tan explícita como a través del clon del buenazo Vicente Viloni, el héroe infantil - tanto su persona como lo que lo representa - de corazón puro, creado por un viejo amigo suyo del barrio, Damián (Daniel Casablanca). Seguido de sus exhuberantes secuaces, interpretadas por Natalia Kim, Delfina Gerez Bosco y Dallys Ferreira, intentará copiar a todos los participantes de 100% lucha para generar un ejército de clones, más poderosos que los individuos de carne y hueso, con el doble objetivo de venderlos a un megalómano francés (Roberto Carnaghi) y, por otra parte, hundir en injurias a Viloni, cuyo clon realiza una suma de actos despreciables que provocarán su rápido desprestigio. En el argumento se pone de manifiesto la vieja cuestión del doble y el autómata, propia de un E.T.A. Hoffmann, que expone el aspecto siniestro del intento del hombre de generar vida (pues eso sólo está en manos de Dios) y la oposición entre materia y espíritu. Por supuesto, tanto en esta película como en Hoffmann, el espíritu logra superar la racionalidad de la ciencia que se arroga poderes divinos. También en 100% Lucha... existe un uso "benéfico" o "inofensivo" de la ciencia (los niños no saben de Karl Marx a esa edad...), el que utiliza la empresa donde trabaja Damián, presidida por quien interpreta Pablo Rago en una brevísima aparición. Esta empresa produce robots de sirvientes para que realicen las tareas domésticas del cliente. Si hay una crítica al capitalismo, propia de un modo de ver romántico, se encuentra muy velada, acorde a que se trata de un filme producido por Telefé.

Sin embargo, el hecho de que se trate de un producto televisivo llevado a la pantalla grande, no resta cualidades cinematográficas a esta obra (que de por sí tampoco es que sean demasiadas). En lo primero en que ésto se trasluce es que se trata de una película y no de una suerte de capítulo extendido, mostrando que la dirección de Paulo Soria y Pablo Pares se mueve hacia una dirección coherente. Esto también permite el uso de una estética vintage que excede el plano decorativo para articularse con el argumento y el propio programa de 100% Lucha, renovación espuria de Titanes en el Ring. En efecto, los anacronismos se justifican también para igualar la vida de estos personajes ya adultos, como La Masa o Viloni, con las vivencias infantiles, generando así una empatía aún mayor. A la vez, pone en el tapete el alma competidora de muchos niños y relaciones de rivalidad cotidianas, que al cobrar mayor dimensión en la vida adulta, se muestran como una germinación impropia para el niño en crecimiento. Otro detalle: lo que rodea al dinero, siempre es la vileza o la altanería. Incluso lo es la sabiduría académica, de hecho el perverso Damián es doctor en Biotecnología, mientras que Viloni apenas si puede hablar (se imaginarán que actuar puede mucho menos...), pero ama a los niños incondicionalmente y es paladín de una eticidad deportiva intachable.
En síntesis, esta producción es especial para fanáticos de 100% Lucha y su contenido quiere alcanzar una meta (¿moraleja?) alejada de patrones infantiles como Patito Feo o Casi ángeles (que yo llamaría más "Casi demonios"). Unas líneas más arriba sugerí que podía tratarse de una crítica al capitalismo, y no es así. Es más, puede ser que el desprecio por lo material (porque sí es una crítica al materialismo) derive en una aceptación de la situación económica presente. Esto es, preferible ser pobre y tener buen corazón a ser un rico malvado, egoísta y descorazonado. Tras esta norma moral casi innegable puede esconderse una ideología, y es ese el gusto amargo del anacronismo del héroe en 100% Lucha, el Amo de los clones. Sin embargo, no por ello deberíamos negarle a los niños este entretenimiento y mucho menos a los padres (o a los críticos), que se perderían las ceñidas ropas de Dallys Ferreira. Madres, abstenerse. ¡Es una película para hombres!



Hernán A. Manzi Leites

martes, 14 de julio de 2009

KATYN

(Puntaje: 6)


Katýn es la nueva película de Andrzej Wajda, reconocido director polaco, que tiene en su haber películas como El hombre de hierro y Ceniza y diamantes, entre muchas otras obras teatrales y cinematográficas, cenizas, diamantes y premios. Su nueva producción lo llevó también hacia la nominación al Oscar, premio que le fue concedido hace unos pocos años por su trayectoria, que ya tiene por lo menos cincuenta años. Pero Wajda se ha destacado más por su compromiso político con la eternamente subyugada Polonia, y esto se demuestra en Katýn, nombre de una locación situada a unos 400 kilómetros de Moscú, donde en el año 1940, unos 15.ooo oficiales del ejército polaco fueron "traicionados" por las tropas militares rusas, y fusilados uno a uno. Wajda plantea esta situación en una película que pretende arrancar una página de la historia y dejar grabada en la memoria del pueblo polaco las más perversas maniobras de la dictadura stalinista.

En el plano "estrictamente" cinematográfico, es destacable la insuperable ambientación de época (vestuario, maquillaje, decoración, etc.), la fotografía puesta al servicio de la historia (y me refiero también a la Historia), y el montaje que ayuda a construir la narración en gran parte a modo de "reconstrucción". La Historia y los actos de horror ocultos al pueblo, suelen ser expuestos por la investigación posterior, y en este sentido Katýn tiene una postura ambigua. Por momentos intenta ser un thriller, en otros una recontrucción histórica cronológica bastante lineal y hacia el final retoma la moda de cruzar personajes de historias paralelas, que arrancan con la terrible espera de la esposa de un oficial (Maja Ostaszewska), junto a su hija, por el marido y padre llevado preso por los rusos. Esto último con el objetivo de generar en el espectador cierta conciencia de unidad en el sufrimiento y la vida del pueblo polaco.


Wajda sabe hacer cine, pero la efectividad del mensaje de Wajda a través de sus estrategias cinematográficas no llega a penetrar íntegramente en el espectador internacional. Si comparamos al filme con Black Book, de Paul Verhoeven, no podremos aducir que las bondades del gran filme del holandés se deban únicamente a su carácter de renegado hollywoodense y marketinero, sino a las características de un gran director. Sin duda Wajda no posee la misma educación que Verhoeven, ni tampoco sus intenciones. Su público han de ser los escandalizados rusos y los sufridos polacos. Y supongo que un poco menos retraídos se sentirán los alemanes, ya que la nueva tendencia, que aplaudo firmemente, tiende a desestigmatizar el gobierno nazi mostrando la ola de totalitarismos que pululaban en la época (cuéntenme cómo, si no, es posible una guerra donde mueren 60 millones de personas y se plantan dos bombas atómicas).

En suma, por ser argentinos, el filme de Wajda corre con grandes desventajas. Somos ajenos a esa historia, que nos llega como "algo terrible" de rebote (y con cómo está la distribución de películas para las salas últimamente, creo que hasta de milagro). Si quieren, piénsenlo como una contribución más a nuestro conocimiento de la historia de la segunda guerra mundial y a discusiones en el plano moral, suscitando importante interés. Cuánto más puede trascender la película, no me atrevo a decir. Nosotros tenemos Garage Olimpo y otras obras por el estilo que atraviesan nuestra propia historia. Además, hay otros directores, como el ya mencionado Verhoeven, cuya visión se alza hacia el mundo que puede pagarse una entrada o un video, con mucho buen cine. Pero no te juzgamos, Wajda, seguí haciendo lo que querés y bajá línea que acá en Buenos Aires todos se horrorizarán por igual.



Hernán A. Manzi Leites

martes, 7 de julio de 2009

LA ZONA

(Puntaje: 6)




El arte, como la filosofía y el pensamiento en general, ha demostrado, como bien alguna vez dijo Hegel, llegar tarde en relación con el objeto sobre el cual reflexiona, creando, así, un nuevo concepto. En este caso, películas acerca de un fenómeno ciertamente un poco caduco, los countries y barrios privados. Dos de ellas se estrenan con pocas semanas de diferencia. Me refiero a Una semana solos, de Celina Murga y a La Zona, producción de la cual me ocuparé en estas líneas, no sin una previa reflexión acerca del tópico general de ambas películas, es decir, la coexistencia en un mismo mundo de dos comunidades separadas por el nivel socioeconómico y por paredes de concreto.


En efecto, mundos íntimos, familiares, barriales, sociales... según como uno quiera ir ampliando los horizontes culturales, existen infinitos e inconmensurables entre sí. Pero la comunidad de un Estado debe mantener bajo su manto todas esas diferencias; de allí que los sujetos que no las soportan se escapen, cada uno a su modo. Los barrios privados fueron un modo en que cierta fracción del pueblo (e incluso tampoco se trata siempre de gente demasiado adinerada) decidió comprar la tranquilidad de tener todo al alcance de la mano, sin correr los peligros de la inseguridad, que se asimilaron a los de la calle pública. En cierto sentido, esto es correcto: sólo donde hay un espacio de libertad puede el crimen ser efectuado. Sin embargo, encerrarse para la protección propia no sólo aumenta la visibilidad de los individuos encerrados, sino que genera un rencor mayor respecto a quienes se encuentran fuera, porque esa posibilidad les es vedada por su condición socioeconómica. Y no nos olvidemos de lo más importante: los habitantes del barrio privado obtienen su protección precisamente del hecho de que hay ciertos individuos, a los que consideran potenciales criminales, que no pueden acceder a esa condición. Porque la ley de la selva se rige por la fuerza o astucia personal; la ley del barrio cerrado se rige por la liquidez económica.


La Zona, coproducción mexicano-española, dirigida por Rodrigo Plá, se centra en el relato de la persecución de un joven que, junto con otros dos delincuentes, ingresan en un barrio privado durante una tormenta para robar. La cosa, como es de esperar en una trama de este tipo, se pone bastante fea, y los habitantes de La Zona (así llamado el barrio) deciden resolver el asunto por su cuenta, adjudicándose el derecho a protección y no intromisión del "mundo exterior", que compraron con sus propios bolsillos. Así, Rodrigo Plá amplía el tópico de la diferencia económica hacia la consideración de si acaso el dinero puede comprar no sólo paredes, sino derechos que trascienden las leyes de la comunidad más amplia, atravesando de este modo, para el director, las fronteras de una ética posible.


El protagonista de esta historia es Alejandro (Daniel Tovar), un adolescente que, como casi todo joven, tiene deseos de salir a un mundo que recientemente se le ha abierto (la cuestión es cómo se abre el mundo a los jóvenes allí dentro). Su madre (Maribel Verdú, a quien nombro sólo para lo que está: por su nombre) se muestra escéptica y conformista respecto a la situación de su familia, y su padre (Daniel Giménez Cacho) es un ardiente defensor del derecho al consumidor. El director elige a un adolescente como "héroe" de esta suerte de thriller por presentar las consabidas características juveniles: inocencia, simpatía, rebeldía, y una moral bastante recta (en particular porque a Rodrigo Plá "se le dio" por ser muy explícito en lo que piensa del asunto...). El resto de los personajes son cómplices o outsiders, pero todos tienen una identidad bastante definida, que indudablemente araña el simplismo.


En cuanto a las cualidades técnicas del filme, no hay mucho que pueda sorprender al espectador -sin contar que se proyecta en el horrible formato dvd. El director intenta mostrar siempre los contrastes entre el barrio privado rico y el exterior pobre, bien haciendo entrar rejas, paredes y toldería de las slums dentro de un mismo cuadro o a través de lo que nos enseña una cámara de seguridad. De todos modos, Rodrigo Plá no logra crear un ámbito de encierro y paranoia tanto por su equipo técnico como por el argumento en sí mismo. Afortunadamente, el filme empieza por lo bajo y mejora hacia el final en casi todos los aspectos, lo cual fue muy sabio por parte de Plá: cuánto peor es que una película vaya en picada.


Por último, cabe aclarar lo que ya se entredijo antes, que La Zona carece de las sutilezas de personajes, actitudes y escenarios que podrían esperarse, pero todo ello redunda en un planteo contundente, con algunas muestras de contraste entre cultura popular y la cultura de los niños bien. La moral de la película es en este punto clarísima, lapidaria con los habitantes de los countries, pero le falta la agudeza crítica como para criticar el mal desempeño de un Estado y la aridez de una sociedad escindida por el odio y las diferencias económicas, en conjunción con la revalorización de la diversidad de mundos culturales sin que esto implique una apología del delito. Creo que hace falta forzar bastante los sentidos de este filme como para interpretarlo de este último modo, pero, por supuesto, esta reflexión no sobrevendría si no hubiera algo sobre la cual germinarla.


Hernán A. Manzi Leites

miércoles, 1 de julio de 2009

RETURN TO BOLIVIA

(Puntaje: 6)


Bolivia ha sido uno de los destinos turísticos más visitados por los jóvenes en los últimos tiempos, aquellos que pueden resistir (o no) la altura de la Puna boliviana. Argentina ha sido, por su parte, ya desde comienzos de siglo, un receptáculo para inmigrantes extranjeros, entre ellos los bolivianos, que podemos encontrar trabajando en muchos rubros, uno de los cuales es la venta de fruta y verdura. El boliviano verdulero de la esquina. Y así fue como Marina Boolls y el director Mariano Raffo conocieron a Janeth y David, junto con sus tres hijos, Jhoselyn, Camila y Brian. Puedo comprender qué es lo que les dio curiosidad acerca de esta familia, ya que yo mismo me he sentido sorprendido frente a su cultura (no sólo por mi efímero conocimiento histórico de Bolivia y mis días en Potosí - que quizá delaten mi edad). Mi diferencia con Raffo es que yo no hago cine, y él intentó acercarse a esta familia mediante la realización de un documental.

Este documental tiene básicamente dos partes, la que transcurre en Buenos Aires (al principio y al final) y la que se desarrolla en Bolivia. El título del filme puede ya indicarnos un poco el argumento, que versa sobre la vuelta, tras muchos años, a la Bolivia de origen, donde se dejó a la familia, tan crucial para la cultura boliviana. En Buenos Aires la filmación fue más planificada y toma el formto de entrevista encubierta o de escenas para generar climas y que el argumento pueda ser comprendido por el espectador. No deja de ser interesante "espiar" en ciertos pensamientos (como la visión de Janeth sobre los sueños) y costumbres que nos son lejanas, pero lo más rico de la película se encuentra en el viaje a Bolivia y las experiencias que allí transcurren.

Surge, por supuesto, el problema de casi todo documental e investigación antropológica (con la cual esta obra firmemente linda), la presencia del "extraño" en el grupo observado. Si se mira Return to Bolivia desde este punto, algunas escenas resultan bastante cómicas, por ejemplo, cuando uno piensa que en un remis desde Oruro a un campo alejado de la zona, no son cinco los que viajan, sino ocho, contando al conductor. El director mismo planteó como un problema la interevención de los documentaristas en el muy planificado viaje. Por eso, las secciones bolivianas del documental tienen algo de "natural". A veces, podrá parecernos escueto. Pero el trabajo de Raffo y su equipo debe ser destacado, por la buena - y larga - labor y la posibilidad que ahora tiene el público argentino de acercarse a la cultura boliviana desde el cine comercial.

Este documental de Mariano Raffo, tiene la virtud de hacernos disfrutar de música, recuerdos, historias tradicionales (hay una leyenda oral que se reproduce con imágenes esclarecedoras) y, para quienes conocen Bolivia, brinda nuevos paisajes e impulsa a seguir recorriendo ese país vecino. Cierta "ligereza" de las escenas, y a veces hasta una frágil estructura dramática o análisis sociológico (debido a cómo se construyó el documental), no logran empañar aquello que este filme tiene de positivo. Por otra parte, el documental tiene la virtud de no tener que responder a los mismos patrones que la ficción, y puede mostrar actividades cotidianas y hechos simples. Puede hacerlo bien o puede hacerlo mal, y el montaje bien pensado, la música adecuada (de Zelmar Garín), el buen trabajo de fotografía y el cariño de los protagonistas logran hacer, en Return to Bolivia lo que la intervención de Mariano Raffo en la cámara le agrega de artificioso. No podemos negar el artificio del documental. Quizá haya que intentar no ocultarlo demasiado.







Hernán A. Manzi Leites