miércoles, 26 de enero de 2011

LA CASA MUDA

(Puntaje: 6)


"Terror en tiempo real", reza el lema de este film uruguayo dirigido por Gustavo Hernández y ello se debe al plano secuencia, bien logrado (con todas las dificultades que acarrea), que atraviesa la película de principio a fin. El problema de esta película de ecos que recuerdan a los de [REC] es que las desconexiones operan, si bien no (aunque, a decir verdad, parcialmente) en el montaje, en el hilo argumental de la historia. Por otra parte, el avezado fanático del terror verá varios patrones que se repiten en este film y en otros, lo que genera no consolidación y fortaleza, sino el sabor de lo trillado.
El
plot es sencillo, Néstor (Abel Tripaldi) decide vender la casa de su campo y para ello le pide a su casero Wilson (Gustavo Alonso) que la ponga en condiciones de ser vendida. Con este fin, Wilson solicita la ayuda de su hija Laura (Florencia Colucci, de buena actuación) para la limpieza. Cuando ella se ponga ropa cómoda comenzará el tenebroso trajín, en el típico punto de inflexión que los films de terror poseen tras una intro donde lo sobrenatural y lo siniestro aun no ha sido introducido.
Ahora llega el turno de los elogios a la obra, que hacen que la misma sea algo más interesante y posiblemente muy valorada por otros críticos -cuya opinión me ha sido participada. Pero si queremos hablar de este oscuro secreto de Laura, debemos sugerir a los espectadores futuros que no lean lo que sigue.

Atención, desde aquí PLOT SPOILER

Las relaciones peón/patrón son las que pone Gustavo Hernández en juego en esta película de terror. El hecho de que sea uruguayo, un habitante de nuestras pampas australes, es crucial. Solemos escuchar los reclamos, rojos o no tanto, de las agrupaciones sindicales, pero muy pocas veces escuchamos las de los peones del campo. Sé que muchos pensarán en el lock-out patronal o "Conflicto del campo" del año 2008 en Argentina. Dejen que este humilde servidor exprese sus dudas de hasta qué punto este conflicto pudo revelar a la sociedad la situación de servidumbre del peón de campo. El feudalismo tan sólo se ha desvanecido como sistema económico de recolección de tributos, etc, aunque no lo ha hecho el tipo de dominación simbólica con la que algunos historiadores pretenden definir este sistema (por ejemplo, para justificar el feudalismo en la América de la Conquista).
Esta casa es muda porque debe ocultar una relación perversa entre Laura y Néstor, que involucra incluso a su padre y a terceros. Que la violación y el estupro y los hijos bastardos existen en nuestra sociedad, principalmente en el sector rural, de eso no cabe duda alguna. Lo que ocurre es que suelen mezclarse tantos tópicos que empañan la terrible cuestión principal, como la maternidad precoz, la "humildad" rural, la relación entre el peón y su patrón... Si el terror surge en La casa muda es por estos temas, mucho más tremendos que los juegos de cámara, los sustos y los aparecidos comunes en el género.



[FIN DEL PLOT SPOILER]

No obstante, el director no logra cerrar la idea general y mezcla tantos, dejando a su paso huecos que no podemos obviar y alusiones que tanto queremos olvidar. Al respecto hay que destacar cómo en los últimos años los niños han sido usados como elementos del terror. Son adorables y terribles, lo sabemos. ¿O será un cambio de época? La profilaxis llegó al cine o el Bebé de Rosemary se hizo grandecito.


Hernán A. Manzi Leites

domingo, 23 de enero de 2011

ESCUPIRE SOBRE TU TUMBA

(Puntaje: 6)

LO QUE ELLAS QUIEREN

Cursiva

¿Ha resucitado el gore? Por supuesto que no. Este género no consistía sencillamente en mostrar lo desagradable y sádico, sino más bien en mantener cierta relación "íntima" con la parte torturada o aquello que se quiere destacar, como la sangre. El gore permitía mostrar lo inmostrable... era una apuesta por parte del cine de ir más allá, de señalarnos, como decía Benjamin, aquellos aspectos de la realidad que en el área del espíritu sólo el psicoanálisis había logrado alcanzar. De esta manera, si se prefiere, puede situarse a Escupiré sobre tu tumba dentro de la línea de El juego del miedo o, de modo más general, dentro de las películas "de género" morbosas y explícitas.
Morboso y explícito puede ser, también, una propuesta política desafortunada, pero en este caso es la venganza de Jennifer (Sarah Butler) hacia un grupo de muchachos, incluyendo al sheriff local, quienes la violaron y pretendían desaparecerla de la Tierra. El mensaje del film es sutilmente feminista, más cuando se tiene en cuenta el título de la película en la que la presente obra se basa en calidad de remake es Day of the woman. La presentación de la joven en el film actual, a cargo del director Steven Monroe, es la de una joven que aúna belleza e inteligencia -es escritora- y, como si fuera poco, la capacidad de transformarse en una mujer dura, y sólo los violadores saben cuánto...
No obstante la búsqueda estética de macabras torturas, que hace al film entretenido -y esto no es poco-, hay que obviar ciertos huecos en el guión, o bien atribuirlos a una matriz fantástica, ligada al género de los "aparecidos", pues en la película hay leves indicios de que este aspecto podría estar más cerca que el de la mera venganza. De todas maneras, el terror de Escupiré... mantiene su cuota de temática social y política al día y otros componentes de este y todos los cines, como el maquillaje FX.
Si bien esta obra no es para espíritus impresionables, no hay duda de que muchos sabrán disfrutarla -se ahorrarían de violar a una chica en serio y de cortajear algunos sujetos- y debe celebrarse que las salas argentinas abran su espectro de géneros a ser incluidos. No es casual, en este sentido, que el estreno de Sudor Frío (¡lo esperamos ansiosamente!), de uno de los directores más talentosos que tiene nuestro país, se aproxime. ¿Competencia? ¡Ojalá que haya y mucha!

Hernán A. Manzi Leites

sábado, 15 de enero de 2011

LA VIEJA DE ATRÁS

(Puntaje: 6)

Los viejitos tienen sus mañas, algunas de las cuales pueden resultarnos tan perversas como estúpidas. Del mismo modo, aunque a través de otras expresiones, vemos que también la actitud de los jóvenes provoca ese mismo sentimiento. En La vieja de atrás, de Pablo José Meza, aparecen estas dos posturas, reflejo de una unión generacional de desesperados. Por un lado, Marcelo (Martín Piroyansky) es un estudiante de medicina provinciano que ya no puede lidiar entre el alquiler de su departamento y el constante pedido de su madre de que acuda a ayudarla a La Pampa en las tareas campestres y, por otro, Rosa (Adriana Aizenberg), anciana quien invita al chico sin miedo -y más allá del nulo diálogo cotidiano previo- a quedarse en su hogar, del otro lado del pasillo. A cambio, ella le exige una fluida charla cotidiana, que el parco Marcelo no sabrá retribuir con demasiado entusiasmo.
La presente obra tiene un importante componente de "costumbrismo" citadino, el cual no podemos reprochar, tratándose particularmente de un film en el cual se describen las vidas de habitantes de nuestro Buenos Aires querido. Además, los arquetipos son útiles para reforzar ideas y atraer conceptos que, de otro manera, perturbarían al espectador. En este sentido, el director puso tanto cuidado como simpleza en las escenas, con ayuda de su montajista, Claudio Fagundes, y de su fotógrafa, Carla Stella. Estos detalles quizá técnicos, confiesa el director mismo, han sido buscados y por eso debe destacárselos como correctos.
Ahora bien, como suele ocurrir, hay en el guión cierta opacidad que no impide al espectador tener algún tipo de experiencia espiritual-artística con la película. A esto debe agregársele, a modo de excusa, que el mensaje transmitido es comprensible y la empatía con esos solitarios personajes se muestra certera a través de la identificación con muchas de nuestras experiencias de vida. No obstante, el resultado de esta pulcra película -aun cuando las aserciones de los protagonistas pudieran llegar a parecer dudosas- es constituirse meramente en un relato, más o menos profundo, que redunda en el desinterés.
Pablo José Meza pudo haber aprovechado varias experiencias ciertamente exóticas del protagonista masculino para pulir el aura de misticismo citadino, pero su decisión es rechazar esas oportunidades y optar por que la historia hable por sí sola. Y eso es lo que queda: la relación entre Marcelo y Rosa, las mañas de cada uno y sus respectivas diatribas sentimentales. Personajes interesantes, fugazmente pasan y, así, se evaporan en una historia que jamás deja de ser correcta.


Hernán A. Manzi Leites

martes, 4 de enero de 2011

LOS SANTOS SUCIOS

(Puntaje: 3)

La creación artística tiene un gran componente lúdico, pero si ésta pretende exhibirse a un público -lo cual, a mi entender, es esencial en la obra de arte, como no lo es en la naturaleza-, debe tener algo de consistencia o algo de originalidad. En suma, debería tener algún atractivo para el espectador que vaya más allá de la publicidad que pudiera tener. Sin embargo, suponiendo que la obra sea meramente un juego personal, cuya exposición al público fuera irrelevante, aun así, podría atribuírsele algún tipo de interés: el que trae el talento de un artista, que se filtra incluso inintencionalmente por los poros de su arte.
Ahora bien, esto plantea una discusión ya más específica... ¿Es Los santos sucios, de Luis Ortega, un film personal? ¡Hemos visto joyas en films "personales", en films de bajísimo presupuesto, y, lo que es peor, hemos visto más personalidad en películas horribles! Lo que ocurre aquí -y lo pongo a discusión- es un espantoso caso de "hijodepapaísmo", chupasangre del ya relativamente pequeño presupuesto del INCAA. Luis Ortega, hijo de Palito, anunció en una nota "quiero redimirme de mis films anteriores". Qué redención sería esta, no lo sé, quizá una relacionada con el purgatorio, porque Los santos sucios no aporta absolutamente nada a nadie, excepto a su director: difusión y la chapa de cineasta.
El argumento de esta película de la rama de las "apocalípticas", se centra en la travesía de un grupo de personas que intentarán cruzar un río que los alejaría de una devastada ciudad de pos-guerra, con soldados futuristas meCursiva rodeando y una vida de miseria. Rey (Alejandro Urdapilleta) quiere depararle a su compañero e íntimo amigo Cielo (Luis Ortega) un futuro mejor y, para ello, conseguirá la ayuda de Berry (Rubén Albarracín K.J., con voz de Oscar Alegre) y luego se prenderán otros, por necesidad o por casualidad, como el Mudo (Emir Seguel, también guionista con Urdapilleta y Ortega) y Brian (Brian Buley). La nota femenina la dará, a modo de molesta presencia, Martina Juncadella en el papel de Monito. La locura, el amor y la necesidad son tres elementos infaltables en el género y presentes aquí, pero los sentidos abiertos ya rozan lo estúpido y las relaciones humanas que se exponen durante el largometraje no logran atraer ni siquiera el escándalo.
A pesar de que Los santos sucios pudiera ser una de muchas producciones olvidables, yo prefiero situarla en un plano distinto y lanzarme contra ella con especial encono. En primer lugar, porque no es la secuencia argumental lo más criticable (aunque ésta sea confusa y sucia), sino el valor del film. Los santos sucios carece de valor alguno en cualquier sentido que se mire, y esto se liga con un segundo punto de desaprobación que consiste en el persistente horadar de estas producciones lamentables en la relación del público argentino con las películas "de género". Es una pena que sólo en festivales se encuentre lo bueno y que esos festivales tengan una categoría B frente a otros. Desconozco qué motivos impulsan el apoyo del INCAA, que posibilita pasar el film a 35 mm, pero si poco se ve en salas fuera de estos festivales, ha de intentar analizarse la posible impronta y la calidad de loas películas a ser consideradas. Un buen ejemplo ha sido El Bosque (buscar en el blog la crítica): sencillez, género e impulso a jóvenes cineastas. La contracara es Los Santos Sucios, tercer film de un famoso que no ha demostrado talento aun y que sólo echa leño al fuego para quienes bregan porque estas películas distintas, raras, desaparezcan. Reconózcase también que el presupuesto no pudo haber sido excesivo, pero las ráfagas de talento se ven en un encuadre correcto, en un montaje inteligente y en un guión bien realizado y no siempre en las exigencias de los recursos materiales.

Quod natura non dat, Salamantica non praestat


Hernán A. Manzi Leites

sábado, 1 de enero de 2011

LOS BASTARDOS

(Puntaje: 6)

La violencia y la pobreza no son sino la cara de la misma moneda. Puede que esta asunción sea criticable, pero no por ello carece de buena parte de realidad. De hecho, es admisible en la medida en que funcione a modo de justificación de una situación dada. Por más que este procedimiento deba ser evitado, al arte le resulta sumamente complejo eludirlo y Los Bastardos - dirigida por el mexicano Amat Escalante - no es la excepción.
Esta coproducción entre México, Francia y EEUU relata un día en la vida de dos jornaleros mexicanos en Los Angeles (EEUU), Fausto (Rubén Sosa) y Jesús (Jesús Moisés Rodríguez). Su trabajo mal pago por los yanquis deriva en la aceptación de un "encargo" criminal que tiene por fin, en principio, amenazar a la ex-esposa de un maleante (Nina Zavarin) en el interior de su propio hogar. La necesidad, el odio y la discriminación se mezclan aquí para brindar sustancia dramática a un film con un argumento llano y sin muchos giros.
Pero no es la simplicidad argumental lo que perturba en esta película. Se trata, más bien, de una hipócrita combinación de planos innecesariamente largos y vacíos -como para demostrar que se trata de "cine arte", que ya se ha transformado en "cine aburrido"- con la pretensión de demostrar preocupación social. No es que las intenciones del director deban ponerse en duda, aunque, como se expresó más arriba, la "justificación" de los hechos se expone de manera tan directa que impide una visión reflexiva y crítica de la cuestión de la inmigración (tan crucial en nuestra Argentina actual también).
Sólo en algunos momentos, los finales, los recursos del séptimo arte como el "gore" ensalzan el mensaje que quiere transmitir la obra. Es, empero, tan sólo una ráfaga, precedida por un realismo explícito y casi superficial y unas tomas lentas y sin objetivo aparente. Al parecer, la elección de Los bastardos como mejor film latinoamericano en el Festival de Cine de Mar del Plata y otros premios, como alguno que obtuvo en Cannes, son muestra de una necesidad de acercar burdamente el arte a la política. Amat Escalante lo logra sólo a medias y, en el fondo, plantea un problema que no deja desazón en el espectador, sino que lo colma de una verdad (o, quién sabe, quizá una mentira) que lo estanca en la inacción, la de que el pobre mata un poco para comer y otro poco por odio.


NOTA: En Buenos Aires, la proyección en fílmico es para el Arteplex Centro y el Arteplex Belgrano. En cambio, en el Arteplex de Villa del Parque, la proyección es en dvd.

Hernán A. Manzi Leites