Suenan bombos y platillos como en 1986, cuando Argentina recibió un premio Oscar por la película La historia oficial, debido al galardón que recibió El secreto de sus ojos, como mejor film de habla no inglesa. ¿Pero cuál es la importancia de los Oscar para nosotros, los argentinos? En primer lugar, le tenemos bastante respeto a la Academia de cine estadounidense, ya que a este país se circunscribe la citada organización cinematográfica. En segundo lugar, un Oscar implica un despegue comercial inusitado, que con el éxito ya obtenido en las salas locales (y en dvd) el film del director Juan José Campanella puede convertirse en la película argentina más taquillera en la historia del cine nacional -si no es que la suposición me falla y ya lo es. Pero dejando la cháchara y los premios de lado, El secreto de sus ojos es una obra de la que podremos hablar con toda decencia y gusto.
El secreto de sus ojos es la historia de un simple perito mercantil (Benjamín Espósito, interpretado por Ricardo Darín) que trabaja en un juzgado penal en la capital argentina. Ya jubilado, quiere recomponer en una novela una de los casos más traumáticos por los que debió atravesar: la violación y posterior asesinato de una bella joven, recién casada. En aquel momento, Espósito no pudo permanecer indiferente a la situación y al dolor del viudo (Pablo Rago) y encaró personalmente la investigación, a pesar de las trabas y la corrupción de la policía y de los jueces, como su superior Lacalle (Mario Alarcón). El joven Espósito contará, en su tarea, con la ayuda de su compañero de trabajo y amigo, Pablo Sandoval (Guillermo Francella), y con la colaboración eventual de su jefa, Irene Menéndez Hastings (Soledad Villamil), hacia quien se siente particularmente atraido. Realizando una labor de investigador privado, Espósito se dará cuenta que muchas veces destapar una olla podrida trae mal olor y que, a falta de pruebas, sólo queda seguir lo que el instinto indica (ahora, pues, se comprende mejor el título de la obra).
El film de Campanella definitivamente enfila hacia el thriller con rezagos del policial clásico. Por ejemplo, la investigación se realiza de manera independiente a los organismos oficiales y la trama, por otra parte, posee una estructura donde el "dato oculto" y el posterior develamiento de los "verdaderos" sucesos juegan un papel capital. De todos modos, Campanella y su co-guionista y autor de la novela en la que se basa la película, Eduardo Sacheri, no reducen el argumento pura y exclusivamente a la resolución del crimen, sino que lo llevan hacia otros terrenos, de los que no podremos discutir sin pasar por un plot spoiler. Así que, antes que eso, abordemos la crítica más general.
Lo menos brillante de la organización argumental es, precisamente, cómo el final, si bien dotado de una tonalidad placentera y acorde al film, se muestra como un momentum donde la tensión ha explotado: ya no hay más que decir al respecto, el misterio está resuelto. El director insiste -y por ello la alusión al policial clásico, aunque hoy en día películas como Los hombres que no amaban a las mujeres tienen formatos bastante similares- con mostrar el razonamiento de Espósito, surgido en primer lugar por inspiración, como aquello que el espectador ha de disfrutar y en lo cual se ha de entrometer personalmente. La virtud es, por supuesto, que Campanella logra su cometido y la película resulta atrapante, aunque este método carece de la sutileza y tensión que otros artistas pueden proveer escena tras escena sin necesidad de ninguna olla que destapar. Cabe mencionar, no obstante, como sí se logra, en ciertas escenas aisladas, una calidad admirable, donde el disfrute del público (o quizá el sufrimiento) está asegurado.
Como todo aquí me lleva a hablar de lo que no puedo hablar, hay que felicitar al cuerpo técnico, cuyo montaje (esencial para los flashbacks, muy bien organizados en relación con el guión), fotografía, vestuario y maquillaje resulta superlativo. Cómo no destacar, además, las actuaciones, fundadas en el trabajo personal de un actor (Francella, quien siempre se dedicó a la comedia, aquí en un papel dramático) o en lo radiante de una personalidad (la increíble Soledad Villamil). El guión, por otra parte, refleja acertadamente tanto los "argentinismos" como los modos típicos de la vida y los trabajadores de los tribunales o una pasión tan argentina como el fútbol (las escenas en el "Palacio", de una gran destreza técnica, no pudieron producirme sino un orgullo de buen quemero).
[Desde aquí PLOT SPOILER: si no ha visto la película, por favor no siga leyendo.]
Existe en el archivo fotográfico de nuestra República Argentina, una imagen donde se ve a Juan Domingo Perón en un acto y detrás de él se distingue, como escolta oficial, la figura de un entonces joven Jorge Rafael Videla. Lamentablemente, no pude encontrar nuevamente la fotografía, que una vez vi en un documental hace años. De todos modos, sí podemos encontrar la imagen de Isabel Martínez de Perón junto al dictador argentino Videla. El secreto de sus ojos retoma inteligentemente esta escena con la aparición de Isidoro Gómez detrás de la ex-presidente. Campanella intenta hacer reaparecer del imaginario y la memoria colectiva (si es que esa entidad existe) aquellas escenas que tanto dolor causaron a nuestra nación. Aquel fue el comienzo de la dictadura más sangrienta de nuestra historia, con el "Brujo" López Rega y su organización, a la que aduzco pertenece el nefasto personaje de la película, la Triple A (Asociación Anticomunista Argentina). La perversión de Gómez no debe extrañarnos como una de sus características: ningún torturador está exento de la más grave corrupción mental. La escena en la cual él entra en el ascensor junto a Irene y Espósito -quizá la mejor lograda- es representativa del modo en que muchos argentinos vivían, perseguidos, acorralados y amenazados.
Este tenor político fue, como hace veinticinco años, uno de los motivos que contribuyó al éxito de la película en la Academia de Hollywood. Irónico ¿verdad? Cuando los EEUU apoyaron intelectual y económicamente a las dictaduras latinoamericanas, que respondieron consecuentemente aplicando el neoliberalismo vendepatria que tanto conocimos en períodos democráticos también. El tratamiento del tema en El secreto de sus ojos si bien no es del todo profundo, no resulta meramente un agregado. Es crucial comprender la introducción de este elemento histórico dentro de la discusión en torno a la pena de los criminales de Estado.
Con esto último, me refiero a la conclusión de la película, cómo el viudo Ricardo Morales decide ejecutar la pena con su propia mano, sin intermediarios oficiales. A quién no le parecería justa esta pena, aun con tintes de venganza personal, para, por ejemplo, Videla, Massera, Menéndez o Astiz. No podemos dedidir la justicia de este acto aquí: reservo mi opinión, sólo reproduzco lo que puede sentir el espectador de El secreto... . No obstante, con astucia Campanella pone un grado de perversión también en el personaje interpretado por Rago. De allí lo que decíamos más arriba, a saber, que el final tiene una tónica inteligente y acorde a aquella situación que describe.Mis esperanzas están puestas en que estos temas se lleven, con el premio y el triunfo de crítica y espectadores, al debate público. Pocas veces lo logra una película cuando se sumerge en la banalidad de la taquilla y el éxito masivo. Hoy escuché en los noticieros cómo los conductores comentaban la película con Campanella y Francella: la mitad del tiempo hablaron de Racing.
Hernán A. Manzi Leites
1 comentario:
Coincido con la crítica Hernan, tanto en lo cinematográfico como en la vision politico-historica de la pelicula. Todavia me queda la duda por el fenomeno de "el secreto...". En terminos políticos es muy fuerte, en especial porque toma uno de los temas que se discutia en los setenta que era la carcel del pueblo, anteponiendose al discurso mano dura que implora por la pena de muerte tan común en estos dias.
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