jueves, 7 de mayo de 2009

LUISA

(Puntaje: 6)
No cabe duda de que muchas de nuestras relaciones con el mundo penden de un hilo. Más aún en el modo en que el capitalismo utiliza a los hombres y la alienación de los mismos que conlleva. Podemos analizar, entonces, hasta qué punto la libertad no se torna dependencia cuando todo lo que creíamos invaluable, como las relaciones afectivas, se ve aplastada por la realidad económica apremiante. Pero yo no digo nada que Marx no haya dicho, y lo que vamos a ver en Luisa es el abordaje de estos temas, sólo que diluidos en lo que me animo a denominar una "tragicomedia" (hay discusiones, incluso planteadas por el director, acerca del género de este filme).
Luisa (Leonor Manso) sostenía la fragilidad de su situación existencial a sus sesenta años -que rápidamente se muestra como precaria- con su rigidez cotidiana, con trabajos carente de texturas, a pesar de que, superficialmente, trabajar para una excéntrica diva del espectáculo (Ethel Rojo) y de atención al público en un cementerio privado pudiera parecer menos alienante que un trabajo administrativo o algo por el estilo. La muerte de su gatito y la súbita pérdida de ambos trabajos en el mismo día harán que Luisa ingrese en una situación de alta desesperación que la hará deambular por los subtes de Buenos Aires, donde encontrará al patético personaje de Horacio (Jean Pierre Reguerraz). Se cae de maduro: es la historia de la vuelta de Luisa a la vida.
El director Gonzalo Calzada se sirvió de estas particularidades como un recurso más bien estético pero que luego rinde sus frutos en la consecución de la comedia, si bien el efecto emotivo hacia el espectador es certero. Y quizá el mayor desbalance de la película sea el hecho de que, al lanzarse para mí exitosamente hacia la comedia, el tratamiento de temas sociales y psicológicos, como la discriminación laboral a mayores, la ética de los despidos, el lucro con la muerte, la neurosis obsesiva, etc., queda eclipsado y, así, meramente esbozado. Esto es, no plantea soluciones o lo hace de un modo banal y descomprometido. Empero, no creo que haya que buscarlas, porque la película, aunque pierde temas como un colador, se aboca a un buen desenvolvimiento de situaciones tragicómicas que derivan en un entretenimiento tal que, si uno se quedara con ganas de encontrar respuestas y las exigiera, estaría siendo desleal al género que está expuesto. No hay que pedirle peras al olmo.
Este aparente conformismo, por supuesto, tiene su justificativo en el excelente trabajo técnico del equipo de Luisa. Los actores están a la orden del día, la fotografía es muy destacable y la música de Supercharango -aunque algunos la pueden considerar repetitiva- le brinda a las escenas un ritmo -nunca mejor dicho- inusitado, incluso con un uso diegético de la banda sonora cuyo valor argumental diría que no es del todo menor.
En suma, se trata de una tragicomedia bien llevada adelante, pero que deja en el camino tópicos que ella misma no puede retomar y, por ende, se acusa a esta película de banal, con una razón parcial, ya que el director toma un camino, lo sigue y llega a "algún" puerto. Y después de la malísima Esperando a la carroza 2, una comedia con cierto abordaje social, buen desempeño técnico y con efectos claros sobre el público (entre los que incluyo al más importante: la risa), merece ser tomada en cuenta.
Pobre Luisa, pobre vieja loca. Le tocó bailar con la más fea.
Hernán A. Manzi Leites

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