sábado, 27 de diciembre de 2008

CARTAS PARA JENNY

(Puntaje: 6)

Jenny, has perdido el camino, pero lo volverás a encontrar ¡Qué caminos habrás andado Jenny, que debes desandar! O mejor aún, esos caminos te conducirán a unos nuevos, siempre y cuando tengas la guía correcta. ¡La guía de tus ancestros Jenny! Tu provienes del pueblo judío y no hay familia más grande que el pueblo judío, unido en la diáspora por la diáspora misma. Que mis palabras resuenen en tus oídos como invocaciones vanas. El sentido de la vida debes encontrarlo tú misma, porque no está en otro sitio que tu interior. Sólo recuerda que por ardua que sea la vía, no estarás transitándola sola.
Debo confesar que Cartas para Jenny es una película que, al tocar la religión judía vivida como doctrina -aunque no la doctrina de la repetición en el mal sentido (repeat y no get back)-, pone en una intríngulis al crítico respecto a sus límites y sus pertinencias estrictamente cinematográficas. Pensar que cuando hay que meterse con la política o la guerra -diferentes aunque fácilmente asimilables- el crítico introduce sus garfios (o enmudece por x motivos) sin piedad sobre una superficie que ya se sabe vieja guerrera de la opinión pública. En cambio qué sucede con la religión... uno no quiere meterse, menos, mucho menos, con los judíos. Los católicos ya pasaron de moda, a los musulmanes no los entendemos. Pero los judíos son un caso particular dentro de la fauna cultural que nos rodea, indudablemente por la historia que los ha conmovido, historia que han sabido "repetir" (old meanin', fellas) de un modo sin igual, probablemente por el poco tiempo que nos separa de los sangrientos sucesos del Holocausto de judíos en la IIª Guerra, y que tira por la borda grandes artilugios de la crítica -no meramente cinematográfica- de los cuales perfectamente podría valerme en esta ocasión. Puedo, empero, darme el lujo de ser algo incauto y reflexionar sobre el limitado espectro de direccionalidad de la película: las soluciones que la misma plantea son comprendidas dentro de un marco cultural que dudo que pueda incluir a los no judíos. Pero la gran cuestión de este filme de Diego Musiak es si, precisamente, puede incluirlos en el mundo contemporáneo y brindarles la posibilidad de dar una respuesta acorde a la situación en la que los personajes juegan. Misterio, vamos al argumento.
Jenny es una niña cuando recibe la primera carta de su madre, muerta hace un tiempo, con motivo de su Bal Mitzvah. Su padre (Martin Seefeld) es el encargado de entregarle las cartas que su madre escribió deliberadamente para su hija antes de morir, todas en relación a circunstancias nodales de la vida de Jenny. La Jenny ya adolescente (Gimena Accardi) se pondrá a noviar con un rockero ("") español, Kevin (Manu Fullola), quien la dejará embarazada y en una difícil situación, en razón de lo cual Jenny recibe las restantes cartas de su madre. La última carta, la guiará hacia Israel donde podrá poner en claro sus ideas y reencontrarse con la tierra de sus ancestros y de parte de su familia actual, su tía y su "primo" Eitan (Fabio de Tomasso). El eterno retorno.
La aparentemente sencillez del relato es sin embargo una lúcida metáfora de las expresiones del judaísmo, en particular por las cartas y la posibilidad que se le tiende a Jenny de retomarlas cuando lo necesite. La estructura dramática es sobrellevada con naturalidad y simpleza, aunque con ciertas redundancias estilístico-argumentales cuya inexistencia o modificación hubieran podido hacer de Cartas para Jenny una película... mejor y pertinente a todos los no judíos. Menciono esto último porque es evidente que los cristianos le hubieran dicho a Jenny o bien que rezara inconteniblemente, o bien que se reconduciera su interioridad hacia Dios. Pero ¿hacia Israel? Hay en los judíos una apuesta extra por la materialidad de ciertos signos al poder unir la historia escrita con la historia revivida a través de los muros de Jerusalem. Este guión se los debemos, entonces, a Andrea Bauab, ex Jefa de Prensa de la Embajada de Israel y ex directora de programación del canal Menorah. Andrea, genial adaptación, pero de diálogo intercultural limitado. Ésta es la falla más grande del filme (y su cansador modo de repetir lugares comunes).
Respecto a la producción, no puedo obviar hacer mención de que este filme es el primer filme argentino que llevó a sus protagonistas y técnicos a rodar directamente a Israel, y también tiene locaciones en Barcelona y la bella San Luis argentina. Es interesante notar que el Israel provisto por Diego Musiak no pretende ser mítico en sí mismo, sino que se lo muestra en todo su esplendor de paseo turístico con collarcitos de cuentas a la venta en los bazaares. Si bien desconcierta un poco este panorama, provee una visión clara de lo que para Jenny ese viaje debe ser: un viaje de su interioridad. El espectador se ve simplemente "notificado" por el paisaje y éste no aporta más que un entorno real de lo que es el Jerusalem turístico de hoy en día. Si esta no fue la intención del autor... bueno, ya sabemos que podemos trastocarla a piacére.
Cartas para Jenny, pues, tiene grandes virtudes cinematográficas, pero su guión está tan ceñido a servir como metáfora para el judaísmo, que se obvian los problemas reales tan comunes a muchas otras Jenny. En otras palabras, si bien el regreso a la interioridad encarnado en el retorno a las raíces en Jerusalem puede ser homologable a otro tipo de pliegue reflexivo -cristiano, ateo, etc.-, no se ve que la salida pueda ser otra que encontrar algún punto de donde asirse que no sea las raíces judías. Arruinado por ciertas obviedades hacia el final, el resultado de la película de Musiak no termina de ser del todo positivo, aunque vale oro el hecho de que el cine argentino por fin pueda ver el mundo. Aquí, desde una óptica quizá muy limitada, aunque, en cierto sentido, acertada. No sé hasta qué punto las intenciones de la escritora y el director podrían haber sido llevadas más lejos.
Hernán A. Manzi Leites

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