domingo, 28 de diciembre de 2008

EL BAÑO DEL PAPA

(Puntaje: 7)

El pueblo uruguayo de Melo, cerca del límite con Brasil, recibe la bendita visita del Papa Juan Pablo II, lo cual provocará la sed de esperanza entre sus humildes pobladores, quienes no perderán tiempo en aprontarse para la venida de la palabra del Santísimo ¡Cómo desperdiciar la oportunidad de tener a miles de consumistas fieles brasileños a la disposición de los puestos de ventas callejeros! El pueblo entero comienza, con poco escrúpulo respecto a los principios cristianos en contra de la codicia, a invertir sus escasos bienes en diferentes negocios potenciales. Por ejemplo, un baño público.


El baño del Papa se encarga de dejar en claro que la vida en Melo es un poco la de la escasa legalidad (divina o penal) de sus habitantes. El protagonista de esta obra, Beto (César Troncoso, a quien recientemente vimos en Matar a todos, en su primer protagónico) recorre 60 kilómetros al día para conseguir mercadería de contrabando de Brasil y venderla a los comerciantes de Melo. De esa actividad viven su mujer Carmen (Virginia Menéndez) y su hija Silvia (Virginia Ruiz). Esta última tiene sueños de radio y quiere convertirse en locutora. Quizá la venida del Papa pueda ayudarla. Su padre, al ver que todo Melo ya ha encontrado una forma de esperanzarse, decide emprender la construcción de un baño. Sin embargo, los problemas, como era evidente, surgirán.


Tras el adorador costumbrismo que muestra, El baño del Papa no se disculpa en mostrar la penuria de sus habitantes y el autoritarismo del dinero, representado en la figura de los gendarmes, en especial el vil Meleyo (Nelson Lence), quien usa su camioneta para castigar a los contrabandistas en bicicleta y siempre se hace de algún whisky. Encarnación del mal, Meleyo es un poco la perversión que viene en la estela de la visita papal, la rigidez de las leyes (las morales también) y el movimiento de la vida.


Sin duda, la metáfora predominante en la película es la contraposición entre lo duradero y lo efímero. Así, no nos alejamos en absoluto de una visión profundamente religiosa, acorde con la casi inexistencia de críticas al Sumo Pontífice. En otras palabras, El baño del Papa pretende demostrar que hay cosas que importan más que otras.

Respecto a los actores, cabe destacar la interpretación de todos, particularmente de la joven Viriginia Ruiz y la de César Troncoso. Respecto a los directores, Enrique Fernández y César Charlone, creo que han acertado con el equilibrio entre ficción y documental (de hecho se presentan algunas escenas de grabaciones reales). Por otra parte, la música estuvo a cargo de los Bajofondo Tango Club Luciano Supervielle y Gabriel Casacuberta, quienes, a pesar de ser uno de los factores con los cuales la película pretende comercializarse, hacen un trabajo simplemente correcto, que, sumado a otras canciones como "Camino de los quileros", de Osiris Rodríguez Castillos, hacen que la musicalización derive en una simbiosis de costumbrismo y modernidad electrónica interesante (no se preocupen, lo electrónico es sutil).

Por último, debemos felicitar a esta nación vecina del Uruguay, porque nos está brindando obras de calidad, aunque aún, es menester comentar, le cuesta salirse del costumbrismo de sus solariegas playas. El baño del Papa, una experiencia agradable, por algunas monedas. Ojalá el baño de Beto se mantenga en pie hoy en día, desde 1988. Por las dudas, está este filme.


Hernán A. Manzi Leites

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