jueves, 14 de agosto de 2008

LA SOLEDAD

(Puntaje: 7)

Hay veces en que los recursos cinematográficos disponibles y el anhelo de grandeza pueden arruinar a un filme. No es el caso de La Soledad, que se ha hecho "famosa" por utilizar la técnica de la polivisión, es decir, dividir la pantalla en dos y mostrar cosas distintas. Muchas veces, el espacio está dividido dentro del mismo sitio donde la escena se despliega, conformando, en realidad, una escena sola. Por ejemplo, en un mismo departamento, vemos a una mujer yendo a buscar la ropa al ténder y doblándola en el dormitorio, dormitorio y ténder, cada uno en su fragmento de pantalla. Además, la polivisión es usada para situarnos en lugares radicalmente distintos (el pueblo y la ciudad). Sin embargo, mismo "lugar" o distinto, la polivisión divide nuestra mirada y ayuda, en el caso de esta obra del español Jaime Rosales, a identificarnos con la posición del personaje, dándole vida a situaciones cotidianas, o, más bien, como creo que tuvo origen la utilización de este recurso aquí, para resaltar el concepto indudablemente principal del filme: la soledad.

La soledad es la soledad de más de dos mujeres, aunque el tagline de la película hable de la historia de estas dos damas, una con cáncer y la otra víctima de un atentado. Resulta imposible dentro del filme, y esto es una virtud en favor de la claridad conceptual, decir que uno puede estar solo sin estar rodeado por otros seres humanos. La "soledad" es aquí la soledad del solipsismo y no aquella del ermitaño. Por ende, el problema es el de la comunicabilidad de los sentimientos y vivencias propias -si bien el "escape" del ermitaño puede resultar un efecto de esta impenetrabildad yoica.
Hay que hacer notar también una de las actitudes positivas que tuvo Rosales, y es a la que me referí con la negativa a caer en un proyecto megalómano, como vendría a ser hacer de la experiencia del atentado que sufre Adela (Sonia Almarcha) una crítica al accionar de la ETA y sus derivaciones hacia quién vaya a saber dónde. Sin embargo, el alcance del atentado cobra todo su sentido en este relato de Adela, pequeño, como el resto de las mini historias de la familia de Antonia (Petra Martínez) y sus tres hijas, Inés (Miriam Correa), Nieves (Nuria Mencía) y Helena (María Bazán). Todo esto gracias a la humildad que nos conmueve y provoca la identificación del espectador con los personajes sin grandilocuencias, que algunos críticos han dicho detectar, pero creo que sólo puedo ocurrir esto si, precisamente, se mira a La soledad como una historia "grande".
Claro que es difícil que la suavidad del tratamiento sumado a la complejidad de los tópicos tratados, funcionando bien como incluso funcionan, logre que la película alcance niveles de penetración temáticos demasiado altos. Empero, Jaime Rosales (quién consiguió varios premios, entre ellos el Goya a mejor director y mejor película) fue habilidoso y supo plantear cuestiones que atañen a la tan conflictuada España de hoy -como siempre- y a la industria cinematográfica, con esta aventura -no nueva, aclaro- de la polivisión en una historia que acerca universos lejanos en tanto (auto)conciencia a la cotidianidad de nuestras relaciones familiares y humanas, como tomarnos un colectivo o atender a alguien cercano que sufre.

Hernán A. Manzi Leites

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