lunes, 28 de abril de 2008

"Escrito en el barro" (dir. Andrés Bazzalo), en el teatro El Grito

(Puntaje: 8)

Poner a Shakespeare en escena es una tarea bastante complicada, en particular si está en el deseo de quien lleva a cabo tal empresa poder tocar las fibras de nuestro corazón. En resumen, abrir la posibilidad de "ver Shakespeare hoy" y no darnos una fotografía de época insulsa, aburrida y, principalmente, inservible. Esta apreciación, sin embargo, no elude lo inevitable, es decir, la dura realidad de que Shakespeare escribió sus obras para sus contemporáneos del siglo XVII, con el lenguaje propio de su época. Aquí vienen a salvarnos a nosotros, espectadores teatrales del siglo XXI, dos cosas: la temática y los conceptos de las obras de Shakespeare, siempre vigentes y en disponibilidad hacia análisis de diversos tipos, y la adaptación. Dispuesta en un teatro pequeño, pero cálido (con forma, debido al emplazamiento del escenario, más bien de anfiteatro), en esta obra de Andrés Bazzalo veremos como adaptación y temática se combinan para dar un resultado bastante bueno, aunque con un dejo de querer ver y no haber visto la cópula entre Historia e historia, que sólo en la superficie se palpa.



Escrito en el barro traza la historia de Otelo, esta vez fuera de Venecia y Chipre, en una tienda de campaña durante la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. Sosa, (un Otelo coronel interpretado por Jorge Prado) está contento con su nueva esposa, la joven y bella Mariana (Desdémona, por Heidi Fauth), acompañada por Emilia (Adriana Dicaprio), quien le brinda ayuda femenina . También está cómodo con sus soldados, Rodrigo (Emiliano Samar), Santiago (Daniel Dibiase), esposo de Emilia, yMiguel (Joaquín Berthold). Este último, primo de Mariana, será víctima de los celos de Santiago, quien cree merecer más que Miguel el título de Capitán concedido por Sosa, ya que sólo por ser primo de su mujer y no por buen desempeño y fidelidad pudo habérselo otorgado, y del resentimiento de Rodrigo, antiguo pretendiente de Mariana que no vacila en ver humillado a su coronel y a un Miguel muy cercano a su prima.
Así es como Santiago dispone un plan para arrebatarle la armonía a Sosa y vengarse de su actitud desagradecida para con él, quien siempre le fue fiel. Para lograr su cometido, Santiago moverá algunos hilos mediante mentiras y artimañas, y será finalmente poco lo que él realice con sus propias manos. Dejará que sea el mismo Sosa quien destruya el mundo que lo rodea, moviendo a las personas a realizar acciones cuyo fin último se encuentra encubierto.

Esta obra tiene la gran virtud de no estancarse en el texto de Shakespeare, sino adaptarlo en favor de la fluidez de la trama, fluidez a la que colaboran las buenas actuaciones. El aire de época es logrado en gran parte, aunque sea meramente para darle una tonalidad distinta (buena idea el uso de percusión, no tanto el de la música sinfónico coral), desperdiciando, empero, la oportunidad de hablar, además, de la guerra misma. Las alusiones que a ella se realizan evidencian ciertos hechos históricos y accionares bélicos, pero el Otelo shakespeariano termina ganándole a la época y el momento propuestos. Las consecuencias de la estancia de las dos mujeres en la tienda de campaña "entre hombres" no es llevada a su extremo, y los artilugios de Santiago terminan siendo más influyentes que el ambiente de celos, envidia, guerra y muerte donde se desarrolla la obra. Sin embargo, como he dicho, nos encontramos frente a una obra de Shakespeare bien realizada, en absoluto agobiante (la llegada al público es un plus), que brinda a la discusión tópicos tales como los celos, la "naturaleza masculina (y femenina)" y los grados de inocencia y culpabilidad de los actores de las atrocidades de esta tragedia. Esta última reflexión puede llevarnos también a ver personajes de otras obras, como por ejemplo la Amélie, de Jean-Pierre Jeunet, sólo en apariencia plagadas de inocencia y bondad. Que "el fin justifica los medios" es criticado en Escrito en el barro, y se deduce claramente de esta puesta en escena que fin y medios son constantemente confundidos y, en todo caso, la venganza no puede constituir un fin último, así como tampoco la bondad encarnada en esa finalidad. Las acciones, por ende, son acciones que nos responsabilizan, atándonos a ellas, seamos o no utilizados como medios... Santiago utilizando a todos. El entramado de las relaciones y las decisiones personales son las que conforman el destino trágico de los personajes. Escrito en el barro no tiene una bête noire en Santiago, sino en el resentimiento, la envidia y la libertad a la que sartreanamente estamos condenados. A Santiago nadie lo detiene.


Hernán A. Manzi Leites

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