viernes, 23 de mayo de 2008

LA JOVEN VIDA DE JUNO

(Puntaje: 8)



Tarde llega esta crítica respecto a la cartelera, pero me convencí de realizarla gracias a que vi un cine donde aún la pasan, sumado a su reciente estreno en dvd (increíble cómo puede ser contemporáneo este lanzamiento a su permanencia en la pantalla grande). Aquí va.


JUNO TIENE 16 AÑOS Y HA QUEDADO EMBARAZADA.

Si este titular saliera por el noticiero (o cualquier otro medio de información de igual o menor nivel de "audiencia", como el boletín de una escuela) la reprobación sería inmediata. Que no está preparada, que cómo se arruinó la vida, que qué será del padre... Y el padre... el padre... del padre suele hablarse poco. Los prejuicios y la falta de información sobre el caso particular y la situación general son la moneda corriente en el tratamiento de los temas de "embarazo prematuro". Ya desde esta frase nuestra cultura ha impuesto sus normas determinando cuándo debe empezar un embarazo para que sea "normal". Esto no es ningún análisis sociológico novedoso, pero el arte, a diferencia de conceptos de las ciencias sociales y la filosofía que permanecen inertes por generaciones de autores (desde que Platón dijo que la menta opera con conceptos), tiene su ser en mostrarse, y no en ser la articulación de conceptos cuyo objetivo es decir otra cosa que no sea ellos mismos. Al no ser articulación de conceptos, las obras de arte dan lugar al modelaje de los mismos y, por ello, los hacen otra cosa. Frente a esa posibilidad (que quede claro: esto ocurre cuando no se opera con el concepto de otra obra más adiciones o disfraces de supuestas modificaciones) vamos a ver en La joven vida de Juno nuevas viejas estructuras, algunas quizá no tan nuevas, aunque capitalizadas en una película concreta y que llega al público mediante la sensibilidad de los prejuicios, mientras se muestra como su contrario. La paradoja es y será uno de los recursos vitales del arte.



Bien. Después de esta anticipada mirada a una temática "general", concentrémonos en lo que debería ser lo más importante del titular: ¿quién es Juno? Juno (Ellen Page) es una joven adolescente de 16 años, intentando huir con toda naturalidad de la norma de la moda y de la norma por la norma misma. La relación con su padre es fluida y no lo es tanto con su madrastra, con quien vive desde hace diez años. Enamorada de un jovencito algo inmaduro, según nos lo presenta el director Jason Reitman, queda embarazada en su primera vez.
Ya vislumbramos cómo Juno va a ser una película de mitos. De mitos trágicos, que reemplaza con los más alegres y hasta banales. Mensaje esperanzador que, por supuesto, no hará que las niñas encintas a los 15 de una vivienda empobrecida podrán llevar su situación de un modo más alegre, o, en todo caso, no hará que su problema se solucione. Más bien, Juno no se dirige a este público, sino al público pacato, no por conservador, sino por clase media poco esclarecida. Y si no nos consideramos clase media poco esclarecida, dejémonos llevar por la juventud de la chica. Sin embargo, no nos dejemos engañar... el transcurso del otoño a la primavera suele ser más penoso para aquellas madres que no tienen las facilidades de Juno. Pero bien, una película no tiene por qué tener una pluralidad de ojos y oídos receptores con los que esté vinculada moralmente.
Otro tipo de moralidad nos conecta con el filme, una moralidad corrupta en escena, un hundimiento de los prejuicios: juega con nuestra alma, poniendo en confrontación a los sentidos y
a los pensamientos previos.
Ante esta fanfarria de originalidad del guión se encuentra la estética de un filme pop, tanto por su accesibilidad como por estar referido a la vida de Juno, adolescente típica de clase media, aunque no por eso fotocopia del llano e insulso mundo teen. La forma en que ella afronta los problemas puede pensarse la de un adulto responsable que, tras un traspié juvenil (quedar embarazada) decide hacerse cargo del niño ¿Madre soltera? No, precisamente lo da en adopción, y está claro que la adopción es un modo de hacerse cargo de un niño. En un principio llama a "Women Now" para abortar, pero se arrepiente porque su frescura le hace rechazar la densidad conceptual y material de un aborto, siendo mucho más terrible la destrucción de un feto "con uñas" que continuar encinta. Por supuesto que Juno tiene todo un entorno que la apoya: su padre, su madrastra (que ve en Juno a su propio embarazo) y su amiga. El padre (Michael Cera) se desliga de la responsabilidad de su hijo, responsabilidad que Juno no pretende cargarle, aunque sí espera que su devoción por él sea reflejada en actos de amor, entre los cuales se encuentra el apoyo a la gestación del bebé mediante el mantenimiento de su afecto. Además, quedará encantada con los padres adoptivos que encuentra en una revista. Sí, la "superficialidad pop" aparece como una "natural sinceridad", y este quizá sea la clave que distingue a Juno de otras películas. A pesar de ello, y como todo argumento necesita un nudo conflictivo, surgirán conflictos en el camino, en relación a la escuela que la discrimina y a los futuros padres adoptivos (una exitosa mujer obsesionada con ser madre y su esposo, un adolescente tardío), pues debe decidir si ellos están capacitados para tener a su hijo biológico.

La joven vida de Juno deja, es cierto, muchos aspectos sin tocar, probablemente los más duros. Dudo que lo haga por omisión, sino por su intencionalidad enfocada en "lo bueno que puede ser la adopción". A diferencia de 4 meses, 3 semanas y 2 días, aquí hay un tabú invertido. Esta última película hablaba del aborto cuando pocas lo hacían con el nivel de popularidad y frontalidad que ésta tuvo; Juno se niega a dar el paso trillado a la tragedia y no minimiza la situación. Dejar espacios en blanco no es un pecado, sino una necesidad del arte, como los silencios en la música y los espacios entre las palabras. El vacío será eliminado cuando en él repercutan los ecos de las únicas obras que pueden volver a ser percibidas: aquellas que han dicho a algo. ¡A disfrutar, a sentir, a pensar, a contrariarse!


Hernán A. Manzi Leites

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