viernes, 9 de septiembre de 2011

HABEMUS PAPA

(Puntaje: 8)

EN LA CIUDAD DE LA FURIA

De la mano de Nanni Moretti, tomamos clases de comedia, y de un tipo bastante saludable. Porque si la Nueva Comedia Americana ha empleado el slapstick y el romance, y otras se han confundido slapstick con grotesco, Habemus Papam (o "Papa" en castellano) nos retrotrae a principios básicos de este género. Por un lado, la inversión de roles y, por otro, la revelación de la privacidad de los personajes públicos (no es el caso, pero, por ejemplo, ¿solemos ver como Angelina Jolie va al baño y se coloca toallitas femeninas?). Se podrá decir que en términos generales hablamos de una parodia a la institución de la Iglesia Católica, y negarlo sería obstinado, aunque sólo admitirlo es insuficiente. Si el subtítulo local es "El psicoanalista del Papa", lo es tanto por esa redundancia que siempre anhela adelantarnos más del film, y también -libre interpretación, pues no es así- porque Moretti incluye las fantasías del público en la de sus personajes. En el fondo, lleva a cabo su tarea de cineasta en este difícil y amado género.
Habemus Papa comienza con las escenas del deceso y la elección del nuevo Sumo Pontífice, con bastantes indicios de "comedia física", que rápidamente se ven justificados en su naturalidad y con la aparición del motivo siguiente: la indecisión del nuevo Papa electo (Michel Piccoli) en asumir su cargo frente a la multitud de fieles (y la multitud de cardenales, en particular). Tras la comprobación de su salud física, los canónicos optan -a pesar de las resistencias exegéticas acerca del alma- por solicitar ayuda con un prestigioso psicoanalista (Nanni Moretti), quien al no poder llevar a cabo con éxito su terapia, acabará revolucionando lo que se demostrará como un eventual geriátrico. Por su parte, el nuevo Papa tomará la posta de sus traumas al librarse de las cadenas de la opresión oficial del vocero del Vaticano (Jerzy Stuhr), y comprenderá la continuidad entre sus deseos y su nuevo trabajo en lo que el teatro representa en general y para su propia historia individual.
Los espectadores no han de esperar, empero, el éxtasis de la carcajada viva. Esta obra se muestra, más bien, como un iprescindible y original bálsamo del deseo. Como se dijo más arriba, esa es la labor del cineasta y tal es el sentido que quiso señalar muchos años atrás Walter Benajmin, y que este sitio también destaca cuando reivindica el gore. Y si el cine ha sido creado para las masas, Habemus Papa respeta esa tradición inicial del séptimo arte, ya que Moretti presenta una película en donde Chéjov no hace distinciones. Querido inconsciente colectivo...


Hernán A. Manzi Leites

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