martes, 29 de diciembre de 2009

ACNÉ

(Puntaje: 5)

La temprana adolescencia masculina en manos del director uruguayo Federico Veiroj tratada a través de uno de los tópicos que desde los albores de la pubertad (y antes) nos aturde a nosotros, los hombres: la "primera vez". Para el treceañero Rafa Bregman (Alejandro Tocar) esta parte es más bien un trámite, facilitado por su hermano mayor. Pero la inexperiencia y la carencia de lo que hace al sexo mucho mejor (no, dinero no, tontuelos, ¡amor!), representado por la jerarquía superior del "primer beso". El sexo lo consigue Rafa fácil: su padre es un comerciante judío, apostador y poco preocupado por el destino de los pedidos de su hijo. Así, se aventura en un prostíbulo de su preferencia junto a sus amigos Rony (Yoel Bercovici) y Andy (Igal Label), del mismo modo que fuman cigarrillos a escondidas. Aún con esto, su compañerita de banco Nicole (Belén Pouchan), es su más grande anhelo.

El retrato propuesto por el director tiene al realismo y al apartado técnico de la fotografía como sus mejores aliados, aunque, por otra parte, posee dos aspectos ciertamente negativos, uno externo al filme, y otro demasiado interno como para que pueda obviárselo. En cuanto a lo primero, me refiero al hecho de que la película fue calificada como "apta para mayores de 16 años". No pienso atacar esta decisión -aun cuando la obra muestra poco más que un seno-, aunque definitivamente encierra al filme dentro de los límites de un público que mira su objeto de estudio, los adolescentes. Si un joven de trece pudiera ver Acné se sentiría, probablemente, identificado con ese personaje. Podría incorporar las vivencias de Rafa y discutirlas, apreciarlas o rechazarlas. Esta posibilidad es vedada por esta calificación para "grandes": hay muchas maneras de cercenar una obra, y dudo que el director se haya manifestado en contra (invito a Veiroj a que conteste esto).

Ahora podemos pasar a lo segundo, a la falla interna. Un filme con buen guión puede sostenerse, pero un filme con pocos "turning points" y un guión flaco, carece, pasada la mitad de la obra, de un interés real. No deberíamos guiarnos siempre por la predictibilidad de los hechos de una película, pero sin duda el "factor sorpresa" no tiene en Acné ningún peso, no obstante pretende iniciar ciertas situaciones misteriosas.


Un relato de experiencias, limitado a la adolescencia masculina y definitivamente no universalizable, es lo que nos da la película de Veiroj. Los trazos de la historia son delicados, pero no siempre está uno dispuesto a escuchar cualquier historia.



Hernán A. Manzi Leites

jueves, 10 de diciembre de 2009

SARAJEVO, MI AMOR

(Puntaje: 8)


Uno de los territorios más abatidos por la guerra fue la región de la ex-Yugoslavia, ahora dividida en muchos países, algunos de los cuales hoy ya son independientes. Esta película, ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín, cuenta la historia de una madre soltera (Esma, Mirjana Karanovic) y su hija Sara (Luna Mijovic) en la ciudad de Sarajevo, sitio aún fuertemente determinado por su pasado bélico. Recordemos que las guerras yogoeslavas se dieron en los años 90 ("ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam...", cantaba Ismael Serrano), esto es, en un pasado reciente cuyas heridas están calientes y también la influencia de esta terrible experiencia sobre la organización político-social de Bosnia. Por ejemplo, los hijos y esposas de veteranos de guerra obtienen una suma de beneficios en la sociedad, uno de los cuales, un descuento para un viaje de estudios, despierta en Sara el deseo de saber más acerca de la muerte de su padre, supuesto veterano de guerra, sobre quien su madre jamás había aportado información alguna, así como tampoco lo habían hecho los organismos oficiales al no poder encontrar su cuerpo.
Sara, comienza a tener conflictos con sus compañeros de colegio, pero no obstante entabla una amistad con Samir (Kenan Catic), con quien comparte su pasión por el fútbol, la vagancia y charlas sobre sus padres, puesto que el padre de Samir también era otro veterano. Los roces con su madre se tornan cada vez más violentos a medida que Esma se vuelve más críptica en las explicaciones en torno a la vida del progenitor de Sara, y Esma, que esconde un duro secreto, puede recurrir sólo a la contención de su amiga Sabina (Jasna Ornela Berry). En aprietos económicos, Esma busca además un trabajo nocturno como mesera en un bar, donde conoce a Pelda (Leon Lucev), un hombre en el cual ella llegará a confiar.


Otra vez, tenemos el buen trabajo de una directora mujer (mejor no lo repito más, a ver si me acusan de machista), Jasmina Zbanic, quien no sólo trata el tema de la posguerra, de una posguerra contemporánea y una guerra muy reciente. La esperanza de un país abatido yace en los niños, los jóvenes, y sobre esto quiere centrarse Zbanic. No hace falta haber vivido durante la guerra, sus efectos son prolongados y, como evidencian algunas escenas, algunos no llegan a acostumbrarse a la paz.


Las virtudes de Jasmina Zbanic -quien además fue guionista de esta película- está en no hacer ningún tipo de abuso de sentimentalismos (como usaba Polanski en El pianista) y cargar las tintas más en los personajes que en una narración de tremebundos sucesos. Claro que, en última instancia, se trata de un drama madre-hija, pero el realismo del relato y la asministración prudente de la tensión en las escenas, muchas de ellas ideadas con fines estético-narrativos y no puramente argumentales.
Grbavica es el título original de esta obra. Se trata de uno de los barrios más golpeados durante la guerra, donde los bosnios fueron torturados. ¡Si recorriéramos nuestra propia ciudad también reconoceríamos estos sitios nefastos! Siendo el nombre de un barrio, la directora quiere destacar el aspecto cotidiano que esto implica: no es lo mismo que un campo de concentración. Junto a una inteligente labor fotográfica (que por suerte, podemos apreciar debido a la buena calidad con la que llegó la copia en dvd), Zbanic nos enseña esa ciudad hoy, con buen ritmo y actuaciones sólidas. No esperen, sin embargo, que la directora escape a los recursos del cine narrativo tradicional, sin por eso caer en la lágrima inútil.






Hernán A. Manzi Leites

lunes, 7 de diciembre de 2009

PUENTES

(Puntaje: 6)

Traviesos niños, jugando inocentemente... ya no es un concepto admisible en películas que pretenden ser un reflejo de la niñez en la sociedad actual. Por cierto, no ha sido tanto la inocencia de los pequeños como la ingenuidad -o complicidad- de los realizadores la que en alguna época ha dado lugar a interpretaciones de este género; que se nos protega de aquellos que quieren imponer esa visión hoy en día. A la vez, tampoco debemos esperar que el cine nos muestre una cara negra de la niñez: nunca es creíble una perspectiva unilateral, y cuando la unilateralidad quiere ser evitada por la oposición tajante de un niño bueno, sólo logra hacer resaltar la unilateralidad de la el film cae presa. Por supuesto, esta apreciación cuenta para todos los temas. En suma, el realismo sólo puede obtenerse en su cuota adecuada administrando con mesura la técnica hiperbólica propia del arte y la filosofía, esto es, la que permite que el objeto sea visto por el espectador y no pase desapercibido en la mezcla de la que "en estado natural" forma parte.
Creo que, en este último sentido, la película de Julián Giulianelli es relativamente exitosa. La trama es simple y el tema, denso, pero afortunadamente no carga las tintas en exceso. La historia que el director, también guionista, cuenta en Puentes es la de un grupo de estudiantes de primaria, Tomás, Pedro, Matías y Analía, hermana de Tomás. La vida de los tres amigos varones en el conurbano bonaerense no tiene aspectos exóticos en relación con lo que puede verse en muchos casos. Juegan a los jueguitos, se ratean, falsifican firmas... bueno, la disciplina es un problema. Mejor no relatar cómo continúa el relato luego de que Pedro le muestra a Tomás y Matías una pistola de su padre. Demasiado pronto, estos chicos deberán cambiar su modo de acercarse al mundo.
Sin duda, el punto más fuerte de Giulianelli no es la energía del guión que, por regla y placer personal, debería mantenerse o bien constante o bien en un circuito interesante. Cierta predictibilidad de la acción, aunque menguada por la cuidada dirección, dirige la tensión difusamente, de un modo contraproducente, más hacia la segunda parte de la obra. Este sea quizá el conflicto mayor, puesto que en un primer largo no esperamos que los problemas "hegelianos" más arriba planteados logren eludirse con destreza. Giulianelli triunfa en este aspecto por su decisión, que él mismo confiesa, de no hacer una mera ficcionalización de algo que podría ser un documental. Teniendo en cuenta que un documental puede ser tan ficcional como una ficción realista, éste es un modo acertado, a mi entender, de encarar la creación de una película.

Quizá Giulianelli más que los niños, peque de cierta inocencia. Su obra da explicaciones causales a la actitud de cada uno de los protagonista y le otorga una valoración moral que hace que "se muerda la cola" respecto del naturalismo social y el tópico que quiere tratar: el desencuentro interno y social de los chicos. Para esto utiliza el director también un vieja temática, no demasiado explotada en el cine de los últimos tiempos, que nos recuerda a la novela infantil de Erich Kästner, Emilio y los detectives: la gran ciudad es una pequeña jungla. No lo era tanto para los leones salvajes de Pizza, birra, faso, pero aquí sí lo es para estos niños, porque, en última instancia, escapar no es otra cosa que reencontrarse con uno mismo.
Por mi parte, reconozco que fui algo críptico. Piénsenlo como suspenso. Por eso, finalizo dejando hablar al director. Julián, no te preocupes, no te traicionaste, tu intención, se ve con claridad:
"Quería generar esa sensación realista de que están pasando constantemente cosas, pero uno no sabe si son buenas o malas, ni si al final están yendo a un lugar en concreto. Es muy difícil extraer conclusiones en la vida [NB: yo creo que Giulianelli sí lo hace] porque son muy pocas cosas las que tienen un final concreto, y esa era un poco la intención de la película, generar en el espectador la idea de que hay un antes o un después de esta historia, y de que, como en la vida, es muy difícil extraer conclusiones de lo que sucede [claro, quizá para los protagonistas, pero no creo que para el espectador], a no ser que uno comience a reducir la complejidad de todo lo que analiza".

Me he cuidado de no reducir la complejidad. Giulianelli lo logra en la pregunta, pero dudosamente lo logra en la respuesta.

Hernán A. Manzi Leites

jueves, 3 de diciembre de 2009

APARECIDOS

(Puntaje: 6)



Los realizadores de cine comprendieron que, en esta época donde el terror pasó a ser cosa de tontos (o de freaks), no podían limitarse a hacer saltar la sangre a chorros, sino que debían decir "algo más". Muchas veces, han dicho cosas inútiles, redundantes o retrógradas. Otras, como en este filme del español Paco Cabezas, son ocasión para hablar de otro modo de aquello de lo que suele hablarse en otros géneros, con un halo de seriedad que no sé quién pudo haberle otorgado en primacía a este género que, en lo personal, me resulta muy atractivo. Ya lo sé, seguramente seré un freak (porque afirmar mi zoncera sería adimitir que soy un tonto), como confiesa ser el director mismo -lo cual puede resultar problemático.
Aparecidos es una road movie protagonizada por dos hermanos que llegan de España a Buenos Aires con motivo del estado de coma de su padre, sin posibilidad de rehabilitarse y, por ende, pasible de la ser desconectado del respirador. Malena (Ruth Díaz) no tiene ningún tipo de remordimientos para con su padre, de quien su madre no habló nunca bien, pero Pablo (Javier Pereira) siente que recién lo está conociendo y se enternece hasta el punto de insistirle a Malena de realizar el camino desde Buenos Aires a Tierra del Fuego, donde su padre vivía y cuyo trayecto realizó moribundo de su cáncer en su auto, el mismo que utilizarán sus hijos. Pero el placer del viaje por la carretera (con esos hermosos paisajes patagónicos que el Super 35 panorámico sabe aprovechar) se ve interrumpido por el encuentro de un diario, escondido en el auto, que relata los hechos tal y como van a suceder... o como ya sucedieron.
Se trata de una película de apariciones o fantasmas, muy bien estructurada en cuanto a lo técnico, pero poco original a la hora del desarrollo y secuencia argumental. Lo más destacable, es por supuesto, la temática social de la que trata. Diremos algunas palabras acerca de ella a continuación, pero comento a los fanáticos del terror, que no vayan con grandes expectativas en relación con el género.


[PLOT SPOILER. Si usted no vio la película, no siga leyendo hasta que otra señal se lo indique. Se revelarán detalles resolutivos de la trama. Sin embargo, nada que usted no pueda averiguar con un poco de perspicacia.]
Cuando uno se entera quiénes son esos fantasmas (por cierto, bastante pronto si uno presta atención) el título se explica por sí solo: los aparecidos fueron desaparecidos por la dictadura militar argentina que comenzó en 1976. En esta época, se llevaron a cabo las más horribles torturas a jóvenes, adultos, ancianos y niños (se han arrojado jóvenes de 14 años al río en los "vuelos de la muerte"). Para llevar a cabo dichas operaciones, se necesitó ayuda técnica, y esta fue la de los médicos. Curiosamente, este filme se estrena el 3 de diciembre, día del médico. Aún estos médicos siguen trabajando. No era un Mengele, sino muchos. Su labor era la de calcular hasta qué punto un hombre podía aguantar la tortura sin morir (¿cuántos voltios puede recibir por la picana? ¿Cuánto aguanta desangrándose bajo el agua?). Se imaginan, que habiendo desaparecido a treinta mil, podían darse el lujo de perder algunas vidas. De todos modos, no les interesaba a los torturadores extraer verdad alguna, sólo querían un nombre o varios y luego la mayoría de los torturados eran asesinados, si no morían por las heridas de la tortura. Ya se sabe, la ciencia no es en sí misma un beneficio para la humanidad, sino que también puede usarse para matar, o para realizar operaciones ilegales como el robo de bebés, en este específico caso de la medicina.
De esta película de Paco Cabezas puedo rescatar una visión que parece estar surgiendo dentro de los films de terror, a saber, la reflexión que aparece en Masacre esta noche, ganadora del Buenos Aires Rojo Sangre, acerca de la diferencia entre realidad y ficción, muy pocas veces tematizada en el cine (por ejemplo, Lynch lo hace en Inland Empire). Las torturas son un excelente objeto para despertar el morbo del terror, pero una vez que se vuelven reales, ya no son más cine, son una de las acciones más despreciables que puede cometer un humano.

[HASTA AQUÍ EL PLOT SPOILER. Puede retomar la lectura.]




En suma, tenemos un film de fantasmas, previsible, pero con un interesante mensaje al público: el terror no es algo tan alejado de nuestras vidas, sólo que podemos disfrutarlo cuando estamos en la butaca. Celebro que películas que hasta hace poco se consideraban "triviales" traten tópicos altamente importantes sin por eso banalizarlos, cosa que en ningún momento Aparecidos hace. Ahora que existe cierto auge (precisamente por su decadencia anterior) del terror tratando temas "serios", debemos insistir en que los cineastas realicen otros géneros en esta línea. El más necesitado, y no es que nunca se haya hecho, es la comedia. Paco Cabezas intenta hacer lo suyo con mediano éxito y a veces no deja al espectador nada para leer "entre líneas". La escena final es por cierto, lamentable e innecesaria.


Hernán A. Manzi Leites




martes, 1 de diciembre de 2009

MAR NEGRO

(Puntaje: 5)


Mar Negro es una típica historia europea: dos mundos que se encuentran, Gemma, una vieja italiana cascarrabias (Ilaria Occhini) y su ayudante, Angela (Dorotea Petre), una joven rumana que apenas habla el idioma local. En un principio, su relación es áspera, pero luego se hace más cercana y ambas mujeres comienzan una relación casi simbiótica de necesidad mutua. Cuando el marido de Angela, Adrian (Vlad Ivanov), no conteste sus llamados, su mujer querrá desesperadamente volver a Rumania para descubrir su paradero. Gemma, sintiéndose incapaz de quedarse sola y atraída -en parte por exotismo, en parte por deseo de vivir lo que no pudo hacer en años más juveniles- por la ruralidad y la simpleza (o la pobreza, si se quiere) rumana, parte en travesía por el Danubio junto a Angela.

El film, dirigido por Federigo Bondi y escrito por él y Ugo Chiti (quien también escribió el guión de Gomorra), comienza mediocremente con una historia remanida, aunque la película se torna más interesante cuando se muestran ciertos aspectos de la comunidad de inmigrantes rumanos y, claro, Rumania en carne propia. La fotografía de Gigi Martinucci opera también positivamente, enseñando al espectador paisajes muy similares al litoral argentino. Esa parte de Europa, Rumania, que no muchas veces la hemos visto (aquí en esta página se han reseñado tres filmes sobre este país: PA-RA-DA, 4 MESES, 3 SEMANAS Y 2 DÍAS e INLAND EMPIRE), es sin duda otro costado que recién últimamente los directores están explotando, porque, más allá de la dictadura de Ceacescu, surge el interés de relatar cuál es la relación de este país con la Comunidad Europea, que parece llevarse todo por delante... aunque sigan hablando de Ceacescu.

No obstante sus virtudes, Mar Negro no logra salirse de esa historia pequeña, ya gastada, de la vieja y la joven extranjera. Claro que el filme es más sutil que otros, pero a gran parte del público no le resultará demasiado sorprendente ni su desarrollo, ni sus conclusiones.

Hernán A. Manzi Leites