viernes, 22 de febrero de 2008

CLOVERFIELD, MONSTRUO

(Puntaje: 6)

New York, New York, la capital del mundo (metáfora robada de una revista de viajes) y un monstruo. Cualquier monstruo. Así como New York es, en potencia, cualquier ciudad... Es decir, CLOVERFIELD, es un genérico de película de monstruos. No es cine zeta trash y tampoco tiene la intención de hacer un show de efectos visuales. CLOVERFIELD no es en absoluto ostentosa.
Esta simplicidad genérica, afortunadamente, no llega a ser mediocridad. Es como el agua mineral, que nos quita la sed y muchas veces la preferimos a una gaseosa barata y mala. Del mismo modo, la película no llega a conmovernos demasiado. Sólo tomándola como una tábula rasa monster, la podemos traspasar a un Buenos Aires o a otra gran urbe y asustarnos pensando en el monstruo atacando Villa Crespo.
Este filme, siendo todo un cliché, no peca de los defectos de otras películas de monstruos, cuyo ejemplo paradigmático es el relativamente reciente bodrio de Godzilla. Y creo que lo que marca la diferencia en muchos aspectos es, definitivamente, la cámara en mano a lo Blair Witch. La filmación de esta cámara es recogida por quienes investigan el caso, el pentágono o algún organismo de esos, y se nos enseña la filmación a nosotros, expertos en Ghostbusters y Expedientes Secretos X. Desde allí, claramente, la película no puede jactarse de intentar ser más "realista" ("¿qué haríamos si en verdad un monstruo nos atacara?"), sino más bien de "género", lo que le da la posibilidad de eludir críticas del estilo "esto sólo ocurre en las películas", pues la respuesta sería que es una película y que los monstruos no existen. Sin embargo, a pesar de este paréntesis, la cámara en mano que lleva uno de los protagonistas (aclaro que no es el director, como en Inland Empire) detiene a priori a guionistas sensatos, como lo son en este caso, de caer en lugares comunes horrorosos y más que irreales, ilógicos, como intentar destruir al monstruo o explicar su origen. Nada de esto ocurre aquí. Voy a permitirme hacer una suerte de sinopsis: En una fiesta de despedida, aparece un monstruo destruyendo la ciudad; hay que huir del monstruo, por el puente, corriendo, como sea que se nos caen rascacielos encima; ay, la chica que amo está atrapada en los escombros, vamos a rescatarla (si no hay superhéroes no hay género pasatista que aguante); mientras se combate al monstruo como sea, dándole duro y parejo con tanques, misiles, etc.; caos, caos, sangre, caos. Cuán destacable es esta sinceridad, y lo mejor, sin abusar de los momentos sorpresivos para asustar.

En suma, CLOVERFIELD no es una gran película, pero es muy franca. Película de monstruos, emoción, nada de ocultar el monstruo o mostrarlo innecesariamente, pocas jugadas heroicas de norteamericano astuto y un poco de amor y de aventura para que sea comercial y atractiva. Entretenimiento con una dosis de reflexión sobre el cine y sus géneros... Esto, si el filme no nos dejó contentos, pero indiferentes.

Hernán A. Manzi Leites

viernes, 15 de febrero de 2008

PETRÓLEO SANGRIENTO

(Puntaje: 8)

THERE WILL BE BLOOD, profetiza Paul Thomas Anderson en su nueva película, que resulta ser igual de mística que sus películas anteriores. Veíamos, en Magnolia llover sapos y en Boogie Nights, el renombrado miembro del protagonista. En este filme, el fetiche es el petróleo que, en clave histórica, es el símbolo de la sangre que fluye para generar la actual nación norteamericana. "Sangre" que fluye metafórica y literalmente también.
Pero lo mítico y lo sacro de Anderson puede leerse en TWBB en dos direcciones que se refieren más al argumento específico de la película: por un lado, "habrá sangre" es aquello que se autoafirma el Daniel Plainview que interpreta Daniel Day-Lewis en su genial interpretación, es decir, "habrá petróleo, en esta tierra yerma, donde sólo puede haber cabras, y yo me haré rico"; por otro lado, la alusión a la religiosidad de la parafernalia mística de los EEUU, absolutamente cercano a la Iglesia Universal de Cristo que, aunque sea, por programas de televisión conocemos. Muchas imágenes aludirán a esta religiosidad profana y falaz.
En mi opinión, sin embargo, esta metáfora de la generación de los EEUU (continuaré luego con las metáforas cuando sea la hora de ajustar cuentas con el director) puede llegar a tocarnos muy de cerca y Paul Thomas Anderson lo muestra en la primera escena de la película: la extracción de una piedra de mineral. Aquí nos está diciendo que la guerra pudo haber sido también por otra cosa que no fuera petróleo, o sea, plata, oro, cobre ¡las venas abiertas de América Latina!. Y, ya que el libro de Galeano me vino a la mente, podemos pensar que retoma una vertiente de su hipótesis central (algo diferida por mí): los EEUU no se hicieron ricos de la extracción de mineral (para abastecer a Europa), sino que allí se encontró petróleo y se trabajó para que corriera como la sangre en sustento de un cuerpo vivo.

Con todo lo dicho anteriormente sostengo que Petróleo Sangriento no es una película "histórica" en el sentido tradicional del género. La historia norteamericana nace de un sueño, de un mito, de una profecía. El "sueño americano" es eso, una promesa en el viento o en la palabra de un profeta. "Habrá petróleo". "Habrá sangre". Los personajes del filme se sostienen frágilmente, la tierra que pisan no es sólida, o no saben si lo es. Lo que sí: es construida por ellos, pero no podrán detener lo que de ellos no depende o caer desde una nube que ellos creían segura. Respecto a la orfandad, a la paternidad y la independencia del individuo, pueden leerse alusiones a la relación EEUU-Inglaterra, y a su condición de "huérfano" (aunque hayamos visto sucesivas veces que papito siempre salta a defender a su vástago) ... interpretación pura, gracias a que esta obra lo permite. Este formato poco tradicional de la historia, o el alma, contada metafóricamente es sin duda el punto más fuerte de TWBB. Empero, la metáfora, o el objeto significante, suele traspasarse en la película, y en un momento, la segunda mitad, comienza a centrarse en la persona de Daniel Plainview, aquel soñador ambicioso, perverso, egoísta, con alguna pizca de corazón. En este "cambio" veo las mayores dificultades de la metáfora. Empieza a ser más una película biográfica, y gana cierta tradicionalidad donde la primera mitad era revolucionaria. Y para salvar esto, Paul Thomas Anderson introduce sus escenas delirantes y grotescamente bellas, pero yo las viví más bien como un comediante contratado en un velorio (no intento defenestrar la película, aunque parezca). Además, tenemos una musicalización excelente, de las mejores que he oído en mucho tiempo.
De todos modos, lo positivo es la capacidad de autocrítica fuera de lo común del director hacia los EEUU y la posibilidad que nos brinda el filme a nosotros, los latinoamericanos, de repensar nuestra historia también e impulsarnos a una revolución: va a correr la sangre, en algún momento, algo grande va a pasar, más allá del anuncio de las guerras que vendrán y que ya hemos vivido (por el petróleo, en el caso específico). No estamos frente a una película inocente. Qué bueno que Hollywood pueda mantenerse con una ambigüedad que hace a ciertas producciones suyas disfrutables y movilizadoras. Pero aún, lamentablemente, no todos podemos ver la multiplicidad de facetas que directores tan poderosos nos ofrecen, y resbalamos en el petróleo sangriento una y otra vez.


Hernán A. Manzi Leites