(Puntaje: 8)
A todos nos gustan las películas de rockstars. Al menos yo disfruté mucho de Casi Famosos y Velvet Goldmine, esta última dirigida por el director de I'm not there, Todd Haynes. Me atrevo a asegurar que el éxito de estas películas se debe a la música empleada en ellas, especialmente para quienes somos fanáticos del rock de los 70. Casi famosos, si bien es una buena obra, no llega a alcanzar el nivel de complejidad estructural de Velvet Goldmine, con todas las similitudes que entre ellas hallamos (un joven que encuentra su cauce en la música, el periodista de rock iniciado, la decepción respecto de los aspectos personales de los miembros de la banda, etc.). De todos modos, no es la complejidad lo que hace a una película. Escenas como la del micro con todo el grupo cantando Tiny Dancer de Elton John, son difícilmente olvidables para un joven como lo era yo, voluble al sentimiento rockero. ¡Y qué sentido tiene hablar en pasado! La música es un componente esencial en estos filmes y el director se servirá de ello con plena justicia, porque no tiene necesariamente que operar como un efecto "distractor", sino, al contrario, como un imán hacia la imagen, o hacia un viaje musical personal. Un ejemplo, y de vuelta con E. John, la soledad experimentada por William Miller en el filme de Crowe cuando es "abandonado" en New York es instantáneamente remitida a esas frases de Mona Lisas and Mad Hatters... "And now I know, Spanish Harlem are not just pretty words to say...", o la locura de la sesión de fotos de Slade en VG con Virginia Plain de Roxy Music sonando. Sí, la música nos "transporta", y es un elemento subjetivo que no se le puede negar ni al crítico ni al director, pues, repito, las canciones son un elemento esencial y no accidental en estas producciones. ¡Si es por cierto lo que quieren mostrar con imágenes!
I'm not there es "la película sobre Bob Dylan", un Dylan mostrado a través de diferentes historias y personajes, excepto él mismo. El hecho de que no se trate de un filme con argumento lineal, como lo sería una biografía, lo complejiza a la vez que lo enriquece, ya que una canción (y menos una de Bob Dylan) difícilmente pueda tomarse en una unidireccionalidad simple, sin contar implicaciones metafóricas, por ejemplo. Las canciones, quizá sólo las buenas, pueden dibujar-se en el espíritu del tiempo y los temas de Dylan dieron a Haynes la posibilidad de contar historias "de" Dylan, en el múltiple sentido de que son creaciones suyas, sus reflexiones sobre la vida y sobre su propia historia personal. Es emocionante cuando uno ve cómo existen directores "independientes" que se despegan del formato premoldeado del biopic. De este modo anti cronológico, se evita además, un biografismo erróneo y se remarca la idea de la interpretación. No hay una historia "verdadera" de un ser humano. Hay hechos que ocurren desde diferentes puntos de vista y los vivimos según como son en realidad, es decir, desde lo que para nosotros o el "mundo" representa, abriendo paso a la criticidad y el pensamiento. Esta reflexión debe realizarse también con la historia lineal, pero parecería que otro tipo de presentaciones, como lo es la de I'm not there, deja sentado desde el vamos la posibilidad de un análisis ínsito a la dialéctica histórica.
Los personajes que, en historias paralelas con participación ideal de la Idea "Bob Dylan", aparecen en la película son un niño guitarrista vagabundo, o trotamundo, que se autodenomina Woodie Guthrie por su fanatismo por ese cantante de folk (moribundo); Jack Rollins, un exitoso cantante del folk orientado a la protesta; una pareja de una francesa y un actor, Robbie Clark (que antaño había interpretado a Rollins para un filme, el día que conoció a su actual mujer); un fugitivo y olvidado Billy de Kid; Arthur Rimbaud, el poeta; y finalmente una espectacular Cate Blanchett interpretando al Dylan "más rockero", Jude Quinn, en una postura más "biográfica", junto con el Rollins de Christian Bale . Este último es sin duda el que más se acerca a un relato "realista" de la vida de Dylan, en tanto rockstar de los 60 (continuando en los 70). De esta cantidad de apariciones, surge una gran riqueza pero también dispersiones probablemente innecesarias. Por ejemplo, el Billy the Kid de Richard Gere aparece al final de una película ya de por sí larga, para introducir una nueva etapa de la vida de Dylan. Recordemos que él compuso la música para el filme Pat Garret and Billy the Kid, y se pasan canciones de discos de los años 70, tales como Desire.
Sin embargo, no creo que la mayor negatividad de I'm not there se encuentre en sus personajes, sino en la representación de las canciones, en las cuales Haynes intenta mostrar interpretaciones visuales "fantásticas" de las metáforas dylanianas, y deja poco a la imaginación, ocultando, a la vez, gran parte de su contenido de protesta. Seguramente la atmósfera maravillosa de los temas de Dylan está presente, pero casi siempre aparece como puente hacia una situación de la "vida real". De todos modos, esta discusión aparece en la película, en torno a si Jude Quinn se ha "vendido" tras ser un cantante folk de protesta. Interesante al respecto es también el tratamiento de la decepción de los fans frente al cambio de estilo de su ídolo. A todos nos ha pasado alguna vez, aunque lamentablemente respecto a una modificación tendiente a su decadencia musical...
Por último, está claro que si en algún momento de nuestra vida escuchamos Dylan, este filme será enteramente disfrutable. Ahora mismo debo confesar que estoy haciéndolo con los dos discos CRUCIALES de Dylan, Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde. Desconozco si la obra de Haynes es disfrutable en desconocimiento de las canciones de estos discos, que abundan durante todo el largometraje. Algunos en la sala comentaban que lo era, estoy casi convencido de que ha de ser así. Pero a más música Dylan tengamos, mayor será el placer de reencontrarnos con esas melodías. Los rockeros, de parabienes con estos geniales directores como Haynes.
The country music station plays soft, but there's nothing, really nothing to turn off...
Hernán A. Manzi Leites
A todos nos gustan las películas de rockstars. Al menos yo disfruté mucho de Casi Famosos y Velvet Goldmine, esta última dirigida por el director de I'm not there, Todd Haynes. Me atrevo a asegurar que el éxito de estas películas se debe a la música empleada en ellas, especialmente para quienes somos fanáticos del rock de los 70. Casi famosos, si bien es una buena obra, no llega a alcanzar el nivel de complejidad estructural de Velvet Goldmine, con todas las similitudes que entre ellas hallamos (un joven que encuentra su cauce en la música, el periodista de rock iniciado, la decepción respecto de los aspectos personales de los miembros de la banda, etc.). De todos modos, no es la complejidad lo que hace a una película. Escenas como la del micro con todo el grupo cantando Tiny Dancer de Elton John, son difícilmente olvidables para un joven como lo era yo, voluble al sentimiento rockero. ¡Y qué sentido tiene hablar en pasado! La música es un componente esencial en estos filmes y el director se servirá de ello con plena justicia, porque no tiene necesariamente que operar como un efecto "distractor", sino, al contrario, como un imán hacia la imagen, o hacia un viaje musical personal. Un ejemplo, y de vuelta con E. John, la soledad experimentada por William Miller en el filme de Crowe cuando es "abandonado" en New York es instantáneamente remitida a esas frases de Mona Lisas and Mad Hatters... "And now I know, Spanish Harlem are not just pretty words to say...", o la locura de la sesión de fotos de Slade en VG con Virginia Plain de Roxy Music sonando. Sí, la música nos "transporta", y es un elemento subjetivo que no se le puede negar ni al crítico ni al director, pues, repito, las canciones son un elemento esencial y no accidental en estas producciones. ¡Si es por cierto lo que quieren mostrar con imágenes!
I'm not there es "la película sobre Bob Dylan", un Dylan mostrado a través de diferentes historias y personajes, excepto él mismo. El hecho de que no se trate de un filme con argumento lineal, como lo sería una biografía, lo complejiza a la vez que lo enriquece, ya que una canción (y menos una de Bob Dylan) difícilmente pueda tomarse en una unidireccionalidad simple, sin contar implicaciones metafóricas, por ejemplo. Las canciones, quizá sólo las buenas, pueden dibujar-se en el espíritu del tiempo y los temas de Dylan dieron a Haynes la posibilidad de contar historias "de" Dylan, en el múltiple sentido de que son creaciones suyas, sus reflexiones sobre la vida y sobre su propia historia personal. Es emocionante cuando uno ve cómo existen directores "independientes" que se despegan del formato premoldeado del biopic. De este modo anti cronológico, se evita además, un biografismo erróneo y se remarca la idea de la interpretación. No hay una historia "verdadera" de un ser humano. Hay hechos que ocurren desde diferentes puntos de vista y los vivimos según como son en realidad, es decir, desde lo que para nosotros o el "mundo" representa, abriendo paso a la criticidad y el pensamiento. Esta reflexión debe realizarse también con la historia lineal, pero parecería que otro tipo de presentaciones, como lo es la de I'm not there, deja sentado desde el vamos la posibilidad de un análisis ínsito a la dialéctica histórica.
Los personajes que, en historias paralelas con participación ideal de la Idea "Bob Dylan", aparecen en la película son un niño guitarrista vagabundo, o trotamundo, que se autodenomina Woodie Guthrie por su fanatismo por ese cantante de folk (moribundo); Jack Rollins, un exitoso cantante del folk orientado a la protesta; una pareja de una francesa y un actor, Robbie Clark (que antaño había interpretado a Rollins para un filme, el día que conoció a su actual mujer); un fugitivo y olvidado Billy de Kid; Arthur Rimbaud, el poeta; y finalmente una espectacular Cate Blanchett interpretando al Dylan "más rockero", Jude Quinn, en una postura más "biográfica", junto con el Rollins de Christian Bale . Este último es sin duda el que más se acerca a un relato "realista" de la vida de Dylan, en tanto rockstar de los 60 (continuando en los 70). De esta cantidad de apariciones, surge una gran riqueza pero también dispersiones probablemente innecesarias. Por ejemplo, el Billy the Kid de Richard Gere aparece al final de una película ya de por sí larga, para introducir una nueva etapa de la vida de Dylan. Recordemos que él compuso la música para el filme Pat Garret and Billy the Kid, y se pasan canciones de discos de los años 70, tales como Desire.
Sin embargo, no creo que la mayor negatividad de I'm not there se encuentre en sus personajes, sino en la representación de las canciones, en las cuales Haynes intenta mostrar interpretaciones visuales "fantásticas" de las metáforas dylanianas, y deja poco a la imaginación, ocultando, a la vez, gran parte de su contenido de protesta. Seguramente la atmósfera maravillosa de los temas de Dylan está presente, pero casi siempre aparece como puente hacia una situación de la "vida real". De todos modos, esta discusión aparece en la película, en torno a si Jude Quinn se ha "vendido" tras ser un cantante folk de protesta. Interesante al respecto es también el tratamiento de la decepción de los fans frente al cambio de estilo de su ídolo. A todos nos ha pasado alguna vez, aunque lamentablemente respecto a una modificación tendiente a su decadencia musical...
Por último, está claro que si en algún momento de nuestra vida escuchamos Dylan, este filme será enteramente disfrutable. Ahora mismo debo confesar que estoy haciéndolo con los dos discos CRUCIALES de Dylan, Highway 61 Revisited y Blonde on Blonde. Desconozco si la obra de Haynes es disfrutable en desconocimiento de las canciones de estos discos, que abundan durante todo el largometraje. Algunos en la sala comentaban que lo era, estoy casi convencido de que ha de ser así. Pero a más música Dylan tengamos, mayor será el placer de reencontrarnos con esas melodías. Los rockeros, de parabienes con estos geniales directores como Haynes.
The country music station plays soft, but there's nothing, really nothing to turn off...
Hernán A. Manzi Leites
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