Vuelve (de unas jugosas elecciones) Fernando Ezequiel "Pino" Solanas, esta vez con el filme que continúa su saga de documentales sobre la Argentina. Se lanza ahora contra la minería a cielo abierto y se planta en una actitud más de "denuncia" a secas, en contraposición a la más compleja La próxima estación, en la cual el tren logra tener un simbolismo mucho más extenso, y la reconstrucción histórica y sociológica, aún con limitaciones, hace de su pasada película una experiencia algo más rica que la que se estrena en este 2009.
Antes de proseguir, conviene aclarar que Tierra Sublevada: Oro Impuro constituye la primera parte de Tierra Sublevada, cuya segunda entrega se denominará Oro Negro. Como el nombre insinúa, el filme de Solanas versa sobre la explotación abusiva de los recursos mineros y de los corruptos negociados que conlleva, aún cuando la devastación ecológica y social que produce es llanamente terrible. Los créditos iniciales pretenden mostrar cómo esta situación se continúa desde la llegada de los españoles a América, en una versión contemporánea de la intervención extranjera para extraer nuestras riquezas del suelo.
La corrupción, los sobornos a políticos y universidades (algunos millones que pagan el visto bueno de la Universidad de Tucumán y todas las universidades nacionales... que acaban de aceptar ese dinero sucio), las traiciones y la pobreza son el escenario de esta vieja historia. La primera mina visitada es "La Alumbrera", enorme complejo minero a cielo abierto que destruye cerros y contamina aguas que el pueblo bebe (por ejemplo, afecta al pueblo de Villa Vil, hermoso pueblo termal que pude visitar hace poco), a la vez que utiliza millones de litros que no paga, situada en las cercanías de la ciudad catamarqueña de Andalgalá. También visitará minas en San Juan y, por último, se dedicará a tratar el caso de la montaña minera más famosa de la Argentina: el Famatina.
Lo interesante de estas experiencias no son sólo los escraches a funcionarios y las entrevistas, sino la posibilidad que otorga Pino a otros cineastas al utilizar su material en un filme de mayor "escala" (y lamentablemente, la escala del documental no es mucha). Así, no sólo tenemos que taparnos de la vergüenza respecto de los negociados de los Kirchner (Cristina Fernández veta la ley de los glaciares para permitirle a la Barrick utilizar los recursos mineros de los cerros con glaciares), sino también de funcionarios locales, que nosotros no conocemos tanto, ¡pero sepan que su pueblo sí los conoce!
A pesar de todo esto, el documental tiene una deficiencia muy notoria en gráficas de postproducción, con presentaciones que parecen hechas en Word o Power Point, y... errores de ortografía. Un detalle que empaña el contenido, porque al fin y al cabo estamos haciendo cine.
Cabe también reflexionar sobre el impacto político de esta obra. Sin duda, el prestigio de Pino aumentará, particularmente en sus electores que lo votaron convencido e incluso en los que no tanto. La indignación que produce ver TS: OI es mucho mayor a cualquier investigación de Telenoche Investiga o algún otro canal amarillista. El poder del cine político (que no podemos decir con certeza que esta vez sea oportunista) lo tiene Solanas en sus manos, luego de cuarenta años desde el estreno de La hora de los hornos. Sin embargo, está presente, como siempre, el problema de la distribución. Si es para el Gaumont y otras pocas salas porteñas y de las ciudades, entonces es un voto o una clarificación para una conciencia burguesa. Tenemos que lograr, por eso, que estos filmes se exhiban multitudinariamente. Esperemos que entre subsidios prometidos por el INCAA y lo poco de dinero que queda de las entradas, los documentales argentinos se hagan del único espacio que pueden tener: la realidad. Por una vez, los críticos tienen que saber dejar de lado, la "magia del cine", por la eficacia de lo concreto. Más aún, quizá ésto sea el cine.
Hernán A. Manzi Leites
1 comentario:
Hace un mes empezó a circular la noticia de que la UBA estaba por recibir fondos de La Alumbrera. Las discusiones giraron entonces alrededor del problema de si está bien o no aceptar fondos de una empresa denunciada por contaminación. Sin embargo, me parece que uno de los aportes fundamentales de la película de Solanas es mostrar que el problema de fondo no es (solamente) de contaminación. No sólo se destruye el medio ambiente sino que poblaciones enteras son arrrasadas, los recursos nacionales desaparecen, explotan más minerales de los que reconocen, etc. etc. Lo que se ve en la película es que la contaminación es la única punta legal a partir de la cual se los puede denunciar, porque todo lo demás está directamente "al margen" del sistema jurídico. Es interesante, teniendo eso en cuenta, leer los argumentos de las autoridades de la UBA que decidieron aceptar los fondos "enfrentando" el problema de la contaminación pero omitiendo todos los demás:
http://www.pagina12.com.ar/diario/universidad/10-131137-2009-09-04.html
(Casualmente, en este caso el defensor es Trinchero, el decano de Filosofía y Letras)
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