Siempre viene bien una escapada a la Italia napolitana; es un viaje para acercarse al lado (alegre, no oscuro) del corazón. Esto queda muy patente en la película de Lina Wertmüller, directora que se hizo famosa al dirigir Pascualino Siete Bellezas, filme que incluso pasó por los premios de la Academia (bue... tampoco nos lo tomemos tan a pecho), y por ser una directora mujer, que las hay pocas, y por suerte en Argentina tenemos un par buenas (María Luisa Bemberg, Albertina Carri, Lucrecia Martel, entre tantas otras más ignotas y no por ello menos destacables). Italia es un fetiche para muchos artistas (en literatura, el más famoso Edward Morgan Forster - "A room with a view", también película de James Ivory), y, como tal, tiene sus personajes icónicos, como Sofia Loren, quien protagoniza esta película de Wertmüller.
Maria (Loren) y Jeffrey (F. Murray Abraham... sí, "Jorge de Burgos" y "Salieri") están atravesando un conflicto marital, notoriamente leve, aunque empeora tras la sospecha de infidelidad por parte de Maria respecto a su marido. Justo para esa álgida situación, la nonna cumple años y los tres hijos de Maria y Jeffrey asisten a la fiesta, que se termina conviritiendo en un despliegue de recuerdos, llantos, risas y confesiones privadas. Miriam, está embarazada, Marco quiere retener a su esposa, liberal actriz, con la que tiene tres hijos, y Francesco es un seductor escritor de novelas rosas con aspiraciones de escritor serio. Como buena familia italiana, todos los conflictos (y todos los personajes) pasarán por esa mesa festiva. Por eso, el título original del filme reza peperoni ripieni e pesci in faccia.
Haber omitido el título original hace que se pierda en la banalidad lo más interesante de la película, el recurso que nos muestra a todos los personajes de la película desfilar por esa vieja casa de la costa amalfitana, que se cae a pedazos, como en un viaje al pasado a partir del cual la vida puede regenerarse con nuevos bríos.
Pero, queridos lectores, no se apasionen demasiado con esta maravillosa Italia. Un poquito de grappa me tiene sin cuidado y aquí Wertmüller cierra nuestro panorama a visiones clásicas, idílicas, del amor, la vida y la amistad. Hay que felicitarla, empero, por los bellos paisajes, que hacen que todas estas palabras adquieran el sentido que ella quiere darles. Junto a las tetas de la Loren, ese hermoso mar puede tener su público. Yo, les recomiendo Heine.
Hernán A. Manzi Leites
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