(Puntaje: 10)
La Segunda Guerra mundial en las carteleras ya no nos sorprende más. Al ver los afiches de Black Book por las calles de Buenos Aires tuve serias dudas de que la película fuera a deslumbrarme ¿Qué podría agregar a todo lo antes visto? Tras un juicioso té de tilo (o una ginebra, no recuerdo) pensé que la sorpresa de Verhoeven no estaba en la “novedad” de los tópicos que para sus películas escoge (guerras con extraterrestres en Invasión, femmes fatales en Bajos Instintos, policías a lo androide en Robocop) sino en cómo utiliza estos clichés y los transforma en algo completamente fresco y apasionante. Nunca había visto una película de la Segunda Guerra que transcurriera en Holanda y, entonces, le di una oportunidad al holandés y compré la entrada.
Por su parte, Polanski y Spielberg hicieron sus películas de la shoá con rimbombantes críticas y taquilleras lágrimas y lograron convencernos, como buenos judíos, de todo lo que sufrió el pueblo de Israel {[(y los soldados Ryan)]} a manos de los alemanes. La genialidad de Verhoeven estriba en poder ampliar ese panorama ciertamente “acotado” al holocausto judío para que realmente se convierta en una reflexión muy completa y novedosa sobre una guerra que arrasó con más de 55 millones de vidas humanas (Argentina tiene aproximadamente 20 millones menos de habitantes). Ah, lo olvidaba: es super entretenida.
La protagonista de esta historia es Rachel Stein/Ellis de Vries (Carice Van Houten), una judía que se pliega a la Resistencia tras el asesinato de toda su familia por parte de la SS en un intento de huida a territorios más calmos. Rachel, sola y convertida necesariamente por la persecución en Ellis de Vries, ejercerá de espía en un cuartel Nazi en La Haya y tendrá sus amoríos con un seductor capitán alemán, de quien se convertirá en secretaria… ¿creen que consiguió el trabajo por currículum? Este argumento, que podría habérsele ocurrido a un amateur, es, en manos de Verhoeven, 140 valiosos minutos para la historia del cine.
El juego que realiza el holandés para lograr su finalidad en esta obra está impulsado por la llama de lo paradójico en todo momento. La paradoja, en este caso, no traba, sino que permite que la trama se desarrolle con la fluidez de un thriller con un análisis histórico formidable por la complejidad que su sencillez entraña. La condición de posibilidad de la paradoja es la utilización de la oposición y la inversión en todo momento. En cómo ello llega a provocarnos placer está expuesta la esencia de la paradoja: nuestra liberación de los tensores de la paradoja es la consciente inmersión en ella.
Ahora bien, momentos paradójicos de la película: el capitán alemán que es seducido por Ellis (interpretado por Sebastian Koch) termina ayudándola al punto de traicionar a sus mismo compañeros; ella, enamoradísima de él, sigue fiel a la causa judía… causa que en la Resistencia traerá sus conflictos también: ¿salvar a los judíos vale más que salvar a los holandeses? Qué desafío ético se le plantearía a un judío que estuviera obligado a responder a esta cuestión (mayor quizá que a un no judío); más aún si la muerte de los unos o bien la de los otros es la que se elige. Por otro lado, finalizada la guerra, la paradoja seguirá activada y transformará el momento en el que el protagonista de El pianista se siente aliviado (la llegada de los Aliados) en una avalancha de las contradicciones ya expuestas a lo largo del filme, cayendo sobre las espaldas de la bella espía y su amante.
Aquí me detengo, pues no es mi intención hacer una enumeración de todas las situaciones paradójicas que percibí mientas me comía las uñas en la butaca. Sería inútil, cansador y plot spoiler por sobre todas las cosas. Tan sólo quise brindar mi clave interpretativa de esta obra, que va mucho más allá de la inversión de papeles históricos. Si meramente hiciera eso, estaríamos frente a un revisionismo ingenuo y Black Book intentaría disfrazar su ficción como pseudohistoria, al uso y costumbre del Hollywood caro a muchos espectadores (y productores… evidentemente). Retomando a Nietzche, estas últimas obras vendrían a formar parte de la historia anticuaria, que se pasea entre el jardín de los documentos (pues el revisionismo suele no ser otra cosa que descubrimiento de nuevos documentos) y la reciente pieza de Paul Verhoeven, una auténtica muestra de historia crítica.
En suma, claramente salí complacido del cine. Debo reconocer que dos comentarios que oí al salir marcaron fuertemente esta crítica que efectué. “Entretenida”, dijeron unos, “toca temas delicados con poco fundamento histórico”, dijo otro (un judío, por cierto). A los primeros les digo que tienen razón, pero que el contenido de BB excede los límites del mero entretenimiento insulso; y al segundo, le advierto que Verhoeven fue lo suficientemente cuidadoso como para que su trabajo tuviera un asidero histórico (el personaje del oficial alemán existió y también el del policía holandés), y le recuerdo que el cine es siempre ficción (aunque lo que provoca cuando es medianamente bueno mueva pasiones bien reales).
Paul Verhoeven nos ha dejado una obra para recordar. Grandes obras sobre la Segunda Guerra mundial no hay muchas, y tampoco hay demasiados thrillers de calidad. Aquí vemos la diferencia entre un director mediocre y uno de los buenos. La vulgaridad es utilizada con pericia, y no es accidente sino esencia del producto artístico de este cineasta. De una persona apuesta dirían: se viste con un trapo y le queda bien. No nos suena raro. Vivimos en la contradicción, algo hemos aprendido de ella. Así, Black Book es una película donde la paradoja se resuelve en un lema no menos cliché que la temática que la sostiene: la guerra es mala y, en cine, puede ser diversión asegurada.
Hernán A. Manzi
Por su parte, Polanski y Spielberg hicieron sus películas de la shoá con rimbombantes críticas y taquilleras lágrimas y lograron convencernos, como buenos judíos, de todo lo que sufrió el pueblo de Israel {[(y los soldados Ryan)]} a manos de los alemanes. La genialidad de Verhoeven estriba en poder ampliar ese panorama ciertamente “acotado” al holocausto judío para que realmente se convierta en una reflexión muy completa y novedosa sobre una guerra que arrasó con más de 55 millones de vidas humanas (Argentina tiene aproximadamente 20 millones menos de habitantes). Ah, lo olvidaba: es super entretenida.
La protagonista de esta historia es Rachel Stein/Ellis de Vries (Carice Van Houten), una judía que se pliega a la Resistencia tras el asesinato de toda su familia por parte de la SS en un intento de huida a territorios más calmos. Rachel, sola y convertida necesariamente por la persecución en Ellis de Vries, ejercerá de espía en un cuartel Nazi en La Haya y tendrá sus amoríos con un seductor capitán alemán, de quien se convertirá en secretaria… ¿creen que consiguió el trabajo por currículum? Este argumento, que podría habérsele ocurrido a un amateur, es, en manos de Verhoeven, 140 valiosos minutos para la historia del cine.
El juego que realiza el holandés para lograr su finalidad en esta obra está impulsado por la llama de lo paradójico en todo momento. La paradoja, en este caso, no traba, sino que permite que la trama se desarrolle con la fluidez de un thriller con un análisis histórico formidable por la complejidad que su sencillez entraña. La condición de posibilidad de la paradoja es la utilización de la oposición y la inversión en todo momento. En cómo ello llega a provocarnos placer está expuesta la esencia de la paradoja: nuestra liberación de los tensores de la paradoja es la consciente inmersión en ella.
Ahora bien, momentos paradójicos de la película: el capitán alemán que es seducido por Ellis (interpretado por Sebastian Koch) termina ayudándola al punto de traicionar a sus mismo compañeros; ella, enamoradísima de él, sigue fiel a la causa judía… causa que en la Resistencia traerá sus conflictos también: ¿salvar a los judíos vale más que salvar a los holandeses? Qué desafío ético se le plantearía a un judío que estuviera obligado a responder a esta cuestión (mayor quizá que a un no judío); más aún si la muerte de los unos o bien la de los otros es la que se elige. Por otro lado, finalizada la guerra, la paradoja seguirá activada y transformará el momento en el que el protagonista de El pianista se siente aliviado (la llegada de los Aliados) en una avalancha de las contradicciones ya expuestas a lo largo del filme, cayendo sobre las espaldas de la bella espía y su amante.
Aquí me detengo, pues no es mi intención hacer una enumeración de todas las situaciones paradójicas que percibí mientas me comía las uñas en la butaca. Sería inútil, cansador y plot spoiler por sobre todas las cosas. Tan sólo quise brindar mi clave interpretativa de esta obra, que va mucho más allá de la inversión de papeles históricos. Si meramente hiciera eso, estaríamos frente a un revisionismo ingenuo y Black Book intentaría disfrazar su ficción como pseudohistoria, al uso y costumbre del Hollywood caro a muchos espectadores (y productores… evidentemente). Retomando a Nietzche, estas últimas obras vendrían a formar parte de la historia anticuaria, que se pasea entre el jardín de los documentos (pues el revisionismo suele no ser otra cosa que descubrimiento de nuevos documentos) y la reciente pieza de Paul Verhoeven, una auténtica muestra de historia crítica.
En suma, claramente salí complacido del cine. Debo reconocer que dos comentarios que oí al salir marcaron fuertemente esta crítica que efectué. “Entretenida”, dijeron unos, “toca temas delicados con poco fundamento histórico”, dijo otro (un judío, por cierto). A los primeros les digo que tienen razón, pero que el contenido de BB excede los límites del mero entretenimiento insulso; y al segundo, le advierto que Verhoeven fue lo suficientemente cuidadoso como para que su trabajo tuviera un asidero histórico (el personaje del oficial alemán existió y también el del policía holandés), y le recuerdo que el cine es siempre ficción (aunque lo que provoca cuando es medianamente bueno mueva pasiones bien reales).
Paul Verhoeven nos ha dejado una obra para recordar. Grandes obras sobre la Segunda Guerra mundial no hay muchas, y tampoco hay demasiados thrillers de calidad. Aquí vemos la diferencia entre un director mediocre y uno de los buenos. La vulgaridad es utilizada con pericia, y no es accidente sino esencia del producto artístico de este cineasta. De una persona apuesta dirían: se viste con un trapo y le queda bien. No nos suena raro. Vivimos en la contradicción, algo hemos aprendido de ella. Así, Black Book es una película donde la paradoja se resuelve en un lema no menos cliché que la temática que la sostiene: la guerra es mala y, en cine, puede ser diversión asegurada.
Hernán A. Manzi
5 comentarios:
A mí también me gustó mucho Black book. Me encantó el personaje de la otra secretaria, amiga de Ellis/Rachel, que consigue medrar tanto bajo los nazis como bajo los aliados.
Saludos
Absolutamente de acuerdo. Ella funciona para que Ellis salga de lo poco que le quedaba de "pudor" y se diera cuenta que su rebeldía podía tomarse menos traumáticamente. Lástima que contaste algo del argumento... ¡Shhh!
Gracias por tu comentario.
Saludos,
Hernán
Damn it, tenés razón. La próxima vez pongo "SPOILER" antes.
Saludos
I with you completely agree. levitra Excellently)))))))
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