Cuando uno se propone escribir una crítica o una reseña de alguna obra artística es fundamental percatarse de que el texto realizado debe generar una excedencia. Comparto, efectivamente, esa teoría -cercana a Dilthey- de que comprender siempre agrega algo, un plus. Sé que hay otras maneras de pensarlo, pero consideremos esta, por el momento.
No obstante, "comprender" - y aquí nos alejamos de Dilthey- es un término errado para lo que el crítico, a mi juicio, ha de realizar. La crítica no es una comprensión a secas de la obra de arte, o una interpretación. Si hay un excedente, debe ser de otra índole y propio del texto a concebir; no se trata, en suma, de un retoño de la obra troncal.
Erika Fischer-Lichte expone con claridad el problema en el caso de las realizaciones escénicas (teatro, performance):
"Cualquier descripción lingüística, cualquier interpretación, es decir, cualquier intento de entender la realización escénica a posteriori, contribuye a la producción de un texto que sigue sus propias reglas, que se autonomiza en el proceso de su generación y que se aleja progresivamente de su punto de partida: el recuerdo de la realización escénica. De este modo, el intento de entender una realización escénica a posteriori genera un texto autónomo que, a su vez, pide ser entendido. La realización escénica, por el contrario, difícilmente puede comprenderse a posteriori de esta manera".
(Estética de lo performativo, p. 320)
Una forma viable de ver la crítica es en el juego de espejos que efectúa con la obra de la que habla. En general la obra plástica o fotográfica promueve en mayores ocasiones que un escrito de crítica de arte pueda realizarse de ese modo especular. En la literatura, el cine y las artes escénicas nos encontramos con sentidos lingüísticos que conviven de manera muy viva con la palabra -herramienta fundamental de la crítica-, lo cual dificulta la tarea y nos hace caer en relaciones de sentido en la que todos hemos caído, pero que no fomentan en absoluto la apreciación de la obra por parte de otra persona. No soltamos al lector a la aventura, no le proponemos más riesgos. El excedente de la crítica debería ser ese: sumarle un peligro mayor y una fragilidad superior a la obra de arte. Cuando hablamos de espejos, nos referimos a lo opuesto a la comprensión, que separa el proceso perceptivo de la obra de una interpretación valorativa o semiótica de la misma.
Cada tanto nos corresponde revisar algunos principios que tenemos vigentes para los trabajos que realizamos. A veces es imposible hacerlo con todos: una visión en la que la crítica sea solo un espejo -en la que se ve la obra, sin verla en sí-, y a la par no funcione como una decodificación de la misma es una tarea ardua. Sin embargo, seguir esa ruta enriquecerá una labor que quiere constituirse como algo más que prensa y difusión. De comunicar comunicar arte se trata y, también, de hablar con él.
Hernán Manzi Leites.